No es fácil intentar, fallar y volver a intentar. A más de uno, los fracasos o intentos fallidos los hacen retroceder, los llenan de temor, desconfianza. Los hacen perder la fe.
Fallar y volver a intentar, en todos los terrenos de la vida, debe ser una máxima aplicable a los seres humanos. Debería ser la regla y no la excepción.

Siempre se ha considerado a la perseverancia como la vía más expedita hacia el triunfo.

Perseverar sin importar los intentos fallidos, las adversidades, los obstáculos que otros disponen para nosotros y los que nosotros mismos, muchas veces nos ponemos, es la única manera de llegar a donde nos lo proponemos.

Perseverar siempre es bueno, es la muestra de nuestro coraje, de nuestra fuerza, es una declaración de determinación a alcanzar aquello que nos hemos propuesto.

Pero que esta determinación no nos lleve a tratar de volver a lugares, compañías y momentos en los que ya no tenemos cabida, que no sea esta la excusa para tratar de manera irracional de volver a donde ya hace tiempo no nos quieren, a donde ahora sobramos.

Es en los tiempos difíciles donde realmente necesitamos ser perseverantes, es cuando todos comienzan, por voluntad propia o porque la situación así lo amerita, a abandonar la barco, es cuando el capitán debe emplearse a fondo para, junto a su reducida tripulación, mantener la nave a flote, aún en medio de una gran tormenta.

La vida está llena de imponderables, de situaciones que aún habiéndolas vivido otras veces, llegan a sorprendernos, que nos encuentran desprevenidos y por lo tanto las enfrentamos de formas diferentes una y otra vez.

No dejemos que las brisas de un mal tiempo arrasen con nuestro valor, con nuestra esperanza.

No debemos dejar terreno a la desesperanza, no perdamos de vista nuestros objetivos, aturdidos por el temor y la duda.

No nos dejemos paralizar por la sorpresa de una situación inesperada. No nos dejemos vencer por la adversidad; no dejemos de intentar por temor a fracasar; no nos dejemos hundir por el peso de nuestras debilidades; no dejemos de confiar porque antes nos hayan defraudado; no dejemos de confiar en el mañana sólo porque el presente no es lo que deseábamos.

Pero, sobre todo, confiemos en nosotros, creamos firmemente en que al final lograremos vencer cualquier obstáculo y superar cualquier revés.

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