La vicepresidenta Margarita Cedeño escribió en estos días el artículo “Terrorismo político”, una pieza dirigida con rudeza a quienes como yo cuestionamos que siendo candidata vicepresidencial del PLD, esté conduciéndose con ventajismo ante sus homónimas Raquel Peña y Sergia Elena Séliman, también candidatas vicepresidenciales.

Escribe doña Margarita de “maledicencia, engaño, alevosía e ignorancia”, municiones de artificio para que no se le reclame el respeto al ordenamiento legal y a la normativa que precisamente subvierte ella.

Siendo abogada debe saber que si algo de terrorismo hay en el debate son sus hechos, porque al ser candidata política, vulnera la legalidad cuando al mismo tiempo dirige los repartos del Plan Social de la Presidencia y es candidata.

Esa doble función viola la Constitución, que manda elecciones libres y justas, que no lo son cuando la candidata oficialista dirige el envío de comidas y bonos a los necesitados que votan.

Viola la Ley Electoral, en la parte que establece los procesos electorales deben ser equitativos, justos, para que ninguno de los candidatos aproveche el ventajismo que significa usar en su favor los recursos del Estado.

Viola la Ley de Función Pública, la cual condena expresamente a los funcionarios que aprovechen sus cargos para beneficiarse políticamente.

Para no fastidiarla no le voy a reclamar que además subvierte la legitimidad de su participación electoral el ser compañera de boleta de un candidato presidencial al que se ha señalado que dirigió obras estatales sobrevaluadas, del grupo de Odebrecht, que otorgó irregularmente contratos de asfalto por 11 mil 500 millones de pesos, cuando competía deslealmente por la nominación presidencial con el presidente Fernández.

Y que siendo ministro de Obras Públicas otorgó un contrato por mil millones de pesos a una hermana del Procurador, de manera irregular, según documentos presentados al país por el comunicador Marino Zapete.

El silencio del compañero de boleta de Cedeño, parecería estarlo incriminando, por aquello de quien calla otorga.

Doña Margarita tiene mi consideración por ser mujer, pues creo con García Márquez que en nuestro Caribe tropical y reperperoso las mujeres son la civilización, la comprensión y la ternura, y los hombres la barbarie, el odio y la reyerta.

Como esposa del presidente Leonel Fernández, con quien he compartido vínculos de amistad personal, tiene también mi respeto.

Además por su prestancia como figura pública, hazaña en un país en que el machismo obliga a la mujer a trabajar muchas veces más que los hombres para alcanzar iguales niveles de reconocimiento público. Pero ese respeto no impide que cuestionemos la ilegalidad de su comportamiento tan típico del ventajismo peledeísta, eso no es terrorismo político, todo lo contrario.

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