El lunes me dirigí de rutina al comercio de provisiones sin imaginarme lo que me esperaba. Rumor de que la cuarentena en breve sería total, provocó afluencia masiva a supermercados. Permanecí dos horas en fila para penetrar al establecimiento correspondiente. Indagué por qué el frenesí, si el Gobierno había desmentido la versión y el comentario general era que no se cree en funcionarios y mejor abastecerse por adelantado. Triste pero real. A fuerza de defraudación histórica de nuestros políticos, nuestro pueblo acusa síndrome de incredibilidad en las autoridades. De triste recordación la experiencia del huracán George. Este descreimiento inveterado, que también fomenta irrespeto a la norma y falta de civismo, contraría particularmente la conducción política de la nación durante emergencias.

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