En un mundo donde la globalización está siendo cuestionada por movimientos políticos que han impulsado el Brexit y American First, la pandemia del COVID-19 la ha puesto nuevamente a prueba. La reacción a esta crisis se ha caracterizado por la falta de coordinación y solidaridad internacional. Hemos mencionado anteriormente que Voltaire declaró que la historia no se repite, que los hombres se repiten. Siendo así, los seres humanos reaccionamos ante el peligro, con nuestro instinto primitivo de salvarnos a nosotros mismos. Rápidamente los diferentes gobiernos han seguido la lógica de defender sus nacionales y aislarse de los demás. Las fronteras se van cerrando y la economía mundial navega por aguas desconocidas.

Algo más importante es la necesidad de solidaridad entre los dominicanos. No es ningún chiste que personas infectadas se han volado la cuarentena y otras no han ejercido la responsabilidad mínima de auto-aislarse, después de llegar de países donde la pandemia está en niveles alarmantes. Estos comportamientos realmente egoístas deben ser enfrentados con firmeza, pues se hace necesario defender la sociedad de comportamientos irresponsables. Este tipo de comportamiento no solo pone en peligro la salud pública, pero hace mucho más difícil sacar el país de las enormes dificultades económicas que podría enfrentar.

Hemos mantenido una posición consistente denunciando la desigualdad social en nuestro país. La juventud dominicana clama por empleos. Ahora podríamos enfrentar una profunda crisis económica, con un ejército de pobres extranjeros, además de los pobres dominicanos. Para que Karl Marx se frote sus manos desde su tumba. Así de miopes hemos sido. Y la miopía es la causa de las convulsiones sociales. El miope de Nicolás II, que se creía sagrado, envió un ejército de campesinos a ser masacrados por los cañones alemanes fabricados por Krupp. El resto de la historia la conocemos.

Otro punto en que hemos insistido, al discutir el endeudamiento externo, es nuestra creencia en los ciclos económicos, donde períodos de prosperidad son seguidos por crisis más o menos pronunciadas, que aunque pueden ser mitigadas por las modernas políticas monetarias y Keynesianas, no dejan de ser socialmente perjudiciales. Lo que nunca nos imaginamos era una crisis económica de la magnitud de la que podríamos enfrentar, donde estamos caminando por territorio desconocido. Todo dependerá de la longitud y la intensidad de esta crisis. No debemos subestimar nuestra vulnerabilidad, pues tenemos una pequeña economía que depende del turismo, de las remesas, de las zonas francas. Estamos conectados a los mercados internacionales y tenemos muy poca capacidad, por no decir ninguna, para influir en estos eventos.

Ahora bien, tenemos puntos fuertes, que debemos aprovechar para enfrentar esta crisis. En los últimos años, nuestra industria farmacéutica y los laboratorios clínicos han tenido un extraordinario desarrollo técnico y de cobertura nacional. Aunque no tenemos el desarrollo para intentar solucionar la enfermedad, sí tenemos la capacidad para producir fármacos para mitigar sus efectos. Asimismo, contamos con muchas otras empresas fuertes. En los Estados Unidos y en Corea la estrategia para combatir la epidemia se ha basado en una alianza pública-privada. El estado debe liderar esta estrategia de coordinar con el sector privado.
Finalmente, las pruebas clínicas y las camas de los hospitales, que por necesidad serán de cantidad limitada, deberán ser dedicadas a aquellos que realmente lo necesiten, pues la inmensa mayoría de los contagiados tienen una versión suave de la enfermedad.

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