Según la psicóloga Patricia Faur, las compras compulsivas son la ‘píldora’ a la que recurren, tanto hombres como mujeres, parar llenar sus vacíos emocionales

Detrás de una persona compradora compulsiva se encuentra otra con problemas emocionales que llena sus vacíos a través de las compras.

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“¡Nooo! ¡Fui con unas amigas por los centros comerciales, porque está todo regalado! ¡No sabes lo barata que está la ropa! ¡Me traje carteras! Y de paso, claro, algo de tecnología para mi marido, algunos perfumes y no pude resistir comprarme alguna ropita…” es una conversación que recita Patricia Faur, psicóloga argentina y docente de la Universidad Favaloro, para abrir la siguiente interrogante: ¿comprar te produce placer o es una necesidad de llenar algún vacío que hay en ti? Para descubrirlo, Faur, quien impartió el sábado la conferencia “Estrés, una alarma que no suena”, gracias a la Fundación Ana Simó, respondió las siguientes preguntas:

¿Cuál es la diferencia entre aprovechar una oferta, comprar algo que se necesita, darse un gusto o tener una patología del consumo?
Vivimos en un mundo de hiperconsumo, sobresaturado de ofertas que se convierten en tentaciones. En los últimos años ha tomado fuerza el concepto de adicciones sin droga o adicciones de comportamiento. Se trata del uso tóxico y nocivo de cosas que no son tóxicas en sí mismas. Comprar, usar el celular, las redes sociales, los juegos de azar, el trabajo y las dependencias afectivas forman parte de lo que se conoce como “las nuevas adicciones”.

Hace unos años un importante centro comercial invitaba a las compras de Navidad con un cartel que decía: “Todo mal día tiene su ‘shopping’ de consuelo”. Y allí es justamente donde residen las raíces de las conductas adictivas, en el para qué. Por ejemplo, jugar para escapar a la frustración, chatear para combatir el aburrimiento, comer para anestesiarse de una pena, tener sexo para aliviar una tensión, trabajar para escapar de la familia o tener relaciones tóxicas con la ilusión de encontrar el amor.

El comprador compulsivo es aquel que alivia su dolor o su malestar emocional en el momento de la compra. No puede evitar hacerlo aunque sepa de la inconveniencia de su acción. Pierde el control, compra más de lo que necesita, gasta lo que no puede y comienza a tener problemas familiares y económicos. Al igual que el bebedor que esconde sus botellas, el comprador esconde las bolsas, miente respecto de lo que compra, no dice la verdad sobre sus gastos.

El comprador compulsivo, ¿llega a tener conciencia de culpa?
Eruforia efímera, decepción y culpa son las etapas clásicas del “atracón” de la compra. Un problema cada vez más prevalente (entre un 4 a un 6 % de la población general) y que afecta a hombres y mujeres por igual: ellos se inclinan más por la tecnología mientras que ellas van por ropa, perfumería y joyas.

¿Cuáles son los factores que propician este trastorno psicológico?
Es una confluencia de factores que se combinan y se potencian: una sobreoferta, un tiempo vertiginoso de hiperconsumo y una personalidad frágil y vulnerable que se convierte en el “blanco” perfecto.

¿Qué recomienda para controlar lo que se compra?
Revisar las cuentas una vez por semana, anotar cada gasto que se hace y guardar los boletos, ya que hay mucha negación respecto de lo que se gastó. Guardar chequeras y tarjetas de crédito bajo llave y comprar sólo en efectivo. El dinero en billete no genera la misma ilusión de poder de compra que la tarjeta y además, tiene un límite.

La triste realidad es que después de la compra ese vestido nuevo y esa cartera de marca no resuelven la depresión ni la ansiedad ni los miedos. Y es ahí donde llegan los problemas junto con el resumen de la tarjeta, puesto que los “atracones de shopping” se pagan caro.

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