Hace algunos días me han solicitado en múltiples ocasiones mi opinión sobre el caso del voto electrónico y la secuencia de acontecimientos que se han desencadenado desde el domingo 16 de febrero pasado. Mi respuesta ha sido siempre la misma: la innovación tecnológica han sido desacreditada por el mal manejo de las herramientas electrónicas durante las elecciones municipales.

En los meses previos y —principalmente– los días posteriores a la suspensión de las elecciones municipales en República Dominicana, la modalidad de voto electrónico ha sido blanco de fuertes cuestionamientos por parte de múltiples sectores involucrados en el proceso.

Es importante que entendamos como nación que no se puede “cargar el dado” a la tecnología, dado que los equipos en este proceso electoral son apenas una parte de este, porque como todo sistema siguen las instrucciones de sus creadores.

A nivel de cada implantación tecnológica se debe separar y entender que hay equipos, software y procesos. Los equipos necesitan al software y éste se programa de acuerdo con el proceso, y el proceso se establece según los actores que lo gobiernan.

Otro de los aprendizajes de esta experiencia va en el sentido de que no se puede ir con un sistema que funcione conectado (online), porque las posibilidades de fallo son muy altas. Esto significa que la elección de un modelo sistema fuera de línea (offline) fue adecuado, pero requiere de actores que puedan gestionar una logística de soporte optima a nivel nacional.

Al observar el video filtrado de la reunión sostenida del presidente del organismo electoral, Julio Cesar Castaños Guzmán, con los delegados de los partidos políticos, deja entrever a un cliente hablando sobre “lo mal que le quedó el proveedor de software”.

En tal sentido, durante el video ocurre una problemática que suele ser común en los procesos localmente: “los actores se quedan callados cuando hay un problema y tratan de resolverlo progresivamente”. Por eso conocemos de la mala praxis ocurrida en el proceso: a último minuto los técnicos fueron ordenados a actualizar los equipos para que mágicamente funcionaran.

Ya no estamos en una época donde podemos resolver problemas técnicos como si fuésemos monjes tibetanos —que nadie conoce su idioma ni sus movimientos, meses atrás en este mismo diario explicamos como las tendencias del blockchain pueden contribuir a transparentar la política dominicana. Los procesos deben ser transparentes.

El gran problema que observamos es que en el proceso del voto electrónico no existía un Plan B, un protocolo de contingencia y eso es grave, principalmente porque envía un mal mensaje a nuestra sociedad y a quienes estamos emprendiendo en el mundo tecnológico. Erosionaron la confianza de los ciudadanos de a pie en la tecnología.

Según el Barómetro de Confianza de Edelman, las industrias tecnológicas han tenido una valoración por encima del 70% en los últimos cuatro años, muy distanciadas de sectores tradicionales como las finanzas, el gobierno y la sociedad civil.

Para que usted tenga una dimensión exacta del tamaño de la economía digital en el país, esta generará ingresos superiores a los mil millones de dólares en los rubros de eServices, eCommerce e intermediación digital durante este año, según el informe de inteligencia de la firma Tabuga.

Los profesionales que trabajamos con tecnología y que tenemos que convencer a empresarios, ejecutivos y organizaciones para que implementen soluciones de inteligencia artificial, cloud computing, machine learning y automatización, entre otras, tendremos que enfrentar una crisis de confianza colateral.

El sector tecnológico tiene la capacidad de generar nuevos empleos inmediatos en nuestro país en el corto y mediano plazo; nuestros jóvenes con un smartphone, acceso a internet y conocimiento pueden generar ingresos con medios de producción mínimos. La tecnología genera oportunidades.

Las autoridades han puesto en riesgo los cimientos de la economía digital, sembrando la duda en un proceso electrónico crítico; así también el futuro de la juventud que depende cada día más de la tecnología y de los modelos de negocio digitales que necesitan de un clima de confianza optimo.

No debemos pasar de una república digital a una república de papel.

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