Si hay algo que resulta inexplicable del carácter nacional, es la tendencia a menospreciar el potencial que le ha permitido a nuestro país levantarse por sus propios medios después de cada caída. Tras décadas de dictadura y un breve experimento democrático abortado que generó una confrontación civil y una segunda intervención militar extranjera, aun en esa hora difícil de nuestra historia, en medio del más sombrío panorama, esta nación encontró razones para ponerse de pie y encarar desafíos más grandes que sus propias fuerzas.

Ni las perennes divisiones que a veces parecían y aún parecen abatirnos han sido suficientes para derrotar ese espíritu emprendedor, que nos ha convertido en una estable democracia y en una sólida economía, superior a la de países mucho más grandes e incluso dotados de mayores recursos. Esa es la razón por la que, a pesar de nuestras necesidades, limitaciones y tropiezos, seamos un país de gentes felices aun en el sufrimiento.

La interrupción de las elecciones municipales del domingo es apenas otro tropiezo que no será capaz de doblegar la fuerza interior que nos ayudó a vencer en el doloroso pasado todas las adversidades. Por eso, me atrevo a decir que ni el más desgarrador de los eventos político o natural, tendrá la energía suficiente para apagar la indomable fuerza con la que la República avanza.

Solo el pesimismo de la retórica que frecuentemente nos envuelve sería capaz de derrotarnos y explica esa extraña incapacidad nacional de alcanzar acuerdos aun en aquello en que coincidimos. Es esa insólita negación del potencial que esta nación posee su principal enemigo. Una fuerza destructiva que a diario se alimenta de un negativismo que nos aleja y divide. No importa, sin embargo, cuantas veces la adversidad toque nuestras puertas, porque experiencias como la del domingo a fin de cuentas serán oportunidades para mantenernos de pie frente al futuro.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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