Una sociedad sana es aquella que le permite a sus jóvenes soñar y le proporciona los medios para realizar sus aspiraciones. Esto así, pues los seres humanos necesitamos de una ilusión para vivir y luchar. Una vida sin esperanza no merece ser vivida. Ahora bien, la satisfacción de las aspiraciones de la juventud depende mucho de las oportunidades que tengan para educarse y trabajar para construir una vida útil y satisfactoria. Hay un viejo mito de la cultura Occidental que equipara el trabajo a una maldición. Quizás esta actitud era valedera cuando el trabajo se ejercía en condiciones brutales. Escapar de semejante situación constituía una liberación. Ignorando esas condiciones extremas, no cabe duda que trabajar es algo positivo, que le da sentido y autoestima a nuestras vidas. Siendo así, una sociedad bien organizada es aquella que le permite a su juventud soñar, aspirar, y trabajar para conseguirlo.

El problema de nuestra sociedad consiste en la falta de oportunidades para gran parte de nuestra juventud. Además, la falta de oportunidades está acompañada de una cultura que ensalza la vulgaridad. Una de las desigualdades más sutiles y por ende menos analizada en nuestro medio es la desigualdad cultural. Los hijos de familias de clase media tienen más posibilidades de conocer la buena música y literatura, y de viajar y conocer otras costumbres. Para complicar las cosas, nuestra sociedad presenta diariamente a una juventud con un horizonte limitado una gama de bienes de consumo a los que no pueden acceder. Siendo así, estamos incentivando una juventud cuyos “valores” son el consumo y lo que es peor, el consumo inmediato.

La falta de oportunidades, la cultura vulgar, el consumismo y la frustración lleva a muchos jóvenes a delinquir y a muchos más a saltarse las normas para obtener por la vía rápida esos bienes, que piensan le darán un sentido a sus vidas. Siendo así, debemos proveer a la juventud de una educación que le permita tener aspiraciones legítimas y sanas y oportunidades para obtenerlas trabajando. De lo contrario, tendremos verdaderas “pesadillas sociales”.

Sin embargo, una sociedad bien organizada requiere de algo más. Las sociedades controladas por regímenes populistas-clientelistas enseñan a los pueblos que el recibir dádivas es casi un derecho.
Se trata de una manera efectiva de crear una dependencia entre la clase gobernante y los gobernados. Por el contrario, una sociedad bien organizada debe enseñar a su juventud que para lograr sus aspiraciones es necesario luchar. Que lo importante no son los reveses que acompañan nuestras vidas, sino nuestra capacidad de volver a intentarlo, de levantarnos y luchar. Es decir, una sociedad bien gobernada es aquella que le permite a su juventud soñar en grande, pensar en grande y le enseña que para lograrlo, hay que intentarlo en grande.

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