Dentro de la concepción grupal que el presidente Danilo Medina tiene de la política dominicana, la vida nacional empezó realmente en el 2012 cuando, por obra y gracia de sus grandes cualidades de liderazgo, llegó a la jefatura del Estado.
Antes de su presidencia es como si en la existencia material de la República Dominicana no se registrara nada. Un inmenso espacio de la nada.

Es como el Big Bang político y su propia cosmología para explicar dónde empezó todo. En 2012 se produjo ese estallido imaginario que dio inicio a la materia danilista.

La construcción de “su relato” es un deleite. “Antes que nosotros nada; después de nosotros, tampoco. Somos lo disruptivo en su esencia más pura”, parecen decir.

Ese relato desdeña lo anterior, aun cuando el líder del grupo—y gran parte de la manada—fue parte de lo que se hizo antes del Big Bang danilista.

Pero lo borran todo en su narrativa. Es decir, sólo reivindican los últimos siete años y pico como una obra que ha impactado el país en muchos aspectos materiales, aunque seguimos arrastrando los pies en materia institucional.

La aparición de la “materia en el universo danilista” no ha resuelto uno solo de los siete principales problemas de este país que arrastramos desde el primer día de nuestro surgimiento como conglomerado organizado, mas no como una nación.

Ello, a pesar de que Danilo no empezó sobre la nada, o sea, sobre el inmenso vacío de antes de “su” gran explosión cósmica, según hacen creer.

Él encontró un país en crecimiento, gracias a lo cual ha podido transitar con relativo éxito y poner en marcha sus políticas, contrario al Gobierno del que fue parte (2004-2008) que asumió con un enorme abismo entre las necesidades y las posibilidades.

Pero no lo dicen. Y no lo dicen porque conviene al grupo sembrar la idea de que el relato es fiel. Sin embargo, es una caricatura.

Nada ha debido justificar esa división del antes y el después, a no ser el afán por diferenciarse, que no es malo en su esencia, aunque perverso en la forma.

Un extranjero que analice ese “relato discursivo” llegaría a la errónea conclusión de que Danilo es el fundador de la República Dominicana. Una especie de patriarca a lo don Tito Livio, personal central junto a don Aurelio Gómez-Anda, en la novela de Luis Spota, El primer día.

Pero más allá de su “relato”, lejos de su Big Bang y el inicio de todo lo que existe, hay algo que le rebasa. Hay un algo que nadie puede dominar ni con mentiras ni con dádivas ni con amenazas ni con represiones: las urnas.

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