Desde 1923, cuando fue fundada, la Junta Central Electoral ha jugado roles importantes en la vida democrática del país, porque del resultado de las urnas ha dependido, en inúmeras ocasiones, la salud social y económica de los dominicanos.
Luego de la salida de los norteamericanos, en su segunda ocupación, Alejandro Woss y Gil asumió el compromiso de organizar los primeros comicios en los cuales resultó electo presidente de la República don Horacio Vásquez, en 1924.

Pero poco tiempo después, con el arribo de Rafael Leónidas Trujillo al poder, en 1930, su desempeño se limitó a la voluntad del jefe por unos “seis períodos consecutivos”, hasta 1961 cuando cae el régimen, fruto del tiranicidio.

En 1962 se retoma con equilibrio el papel del tribunal de elecciones, resultando beneficiado con el sufragio el profesor Juan Bosch, el 20 de diciembre de ese año, aunque siete meses después fue frustrado su mandato con un golpe de Estado y la JCE, toma nuevo un destino hasta 1966.

En ese trayecto, las grandes dificultades de los partidos y la descarnada lucha por el poder, marcó el ejercicio electoral con nuevos elementos que hasta el momento ya creíamos superados, pero que al parecer un nuevo manto de dudas lo baña y, el fantasma del fraude se anida en la cabeza de algunos competidores.

Julio César Castaños Guzmán, quien por segunda vez preside el organismo de elecciones, parece que no ha podido convencer definitivamente a algunos contendores, ni en las primarias abiertas, ni para los procesos de Febrero y Mayo.

Ojalá que esas dudas puedan disiparse por completo y que a los actuales integrantes del tribunal de elecciones se les permita organizar las versiones programadas para este año, sin trauma alguno. Así, podremos tener la garantía de que la estructura nacida con Woss y Gil, no muera con Castaños Guzmán.

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