La Universidad de Harvard tiene un especializado “Centro de Desarrollo para la niñez”, el cual realiza investigaciones destacadas sobre el tema. A mano “En Breve: La Eficacia de los Programas Para la Infancia Temprana”. Es un estudio basado en la ciencia y en la experiencia derivada de varios programas en diversos países, entre otros el nuestro. Veamos sus hallazgos:

“Con la creación e implementación de programas y políticas efectivas para la infancia temprana, la sociedad puede asegurarles a los niños cimientos sólidos para un futuro productivo. Cuatro décadas de investigación en evaluaciones han identificado programas innovadores que pueden mejorar una amplia gama de resultados con impactos que se prolongan hasta la edad adulta. Las intervenciones efectivas se fundamentan en la neurociencia y en la investigación sobre el desarrollo infantil y se guían por la evidencia sobre qué funciona y para qué propósito. Si se presta especial atención a su calidad y mejoramiento continuo, estos programas pueden ser costo-efectivos y producir resultados positivos para los niños”.

“Las relaciones de apoyo y los entornos seguros pueden mejorar los resultados para todos los niños, pero especialmente para los más vulnerables. Entre 75 y 130 de cada 1000 niños de menos de 5 años en los Estados Unidos viven en hogares donde al menos uno de tres precipitantes comunes del estrés tóxico podría afectar negativamente su desarrollo”.

Los investigadores del “Centro de Desarrollo para la Niñez” de la Universidad de Harvard consideran que: “Para desarrollar una arquitectura cerebral sólida, los bebés y los niños pequeños requieren de una interacción confiable con adultos afectuosos y de entornos seguros que puedan explorar. El estrés tóxico (véase En Breve: El impacto de la adversidad en la infancia temprana sobre el desarrollo del cerebro) puede dañar esa arquitectura, pero la implementación de programas en una variedad de entornos – el hogar, los centros de cuidado y educación temprana, los hogares de acogida y otros – pueden proteger a los niños del estrés tóxico proporcionándoles relaciones estables con cuidadores receptivos. En el contexto de estas relaciones los programas deben apoyar el desarrollo emocional, social y cognitivo, que están inextricablemente entrelazados en el cerebro. No podemos lograr el uno sin el otro”.

Aseguran que en “décadas de investigación científica sobre el cerebro y el desarrollo”, se debe enfocar en tres niveles para asegurar la salud y el bienestar de los niños pequeños. Esos niveles son:

“El nivel 1 cubre lo básico: los servicios de salud, el cuidado estable y receptivo, y los entornos seguros que todos los niños necesitan para construir y mantener cerebros y cuerpos fuertes.

El nivel 2 incluye intervenciones focalizadas en los niños y en las familias que viven en pobreza. Los programas que combinan centros de cuidado y educación temprana efectivos y servicios para los padres, tales como apoyos educativos o económicos, pueden tener efectos positivos sobre las familias y aumentar la probabilidad de que los niños tengan éxito en la escuela.

El nivel 3 ofrece servicios especializados para los niños y las familias más propensas a experimentar estrés tóxico. Los tratamientos específicos y efectivos tales como las intervenciones y los servicios que se ofrecen para el maltrato infantil, la salud mental o el abuso de substancias, pueden lograr resultados positivos para los niños y los padres, y rendir beneficios para la sociedad que superan los costos del programa”

Como recomendación puntual, colocan como “los factores de efectividad, que en múltiples estudios han mostrado mejorar los resultados de los niños”, entre otros: 1.- :Personal calificado y apropiadamente compensado; 2.- Grupos pequeños de niños y alta proporción de adultos por niño; 3.-Entornos lingüísticamente enriquecedores; 4.- Currículos apropiados para el nivel de desarrollo; 5.- Entornos físicos seguros; 6.- Interacciones cálidas y receptivas entre los adultos y los niños”

En adición a estas recomendaciones, procede atender a que los aportes de la neurociencia a la educación, sean asimiladas en la formación de los docentes, para dotarlos de una base cognoscitiva de los aportes de la neurociencia.

“La primera infancia: una mirada desde la neuroeducación”
Un aporte con ese título, con el propósito de lograr divulgación formativa sobre el tema, lo hace la “Oficina de Educación y Cultura” de la Organización de los Estados Americanos (OEA/SEDI/DDHEC/OEC). Bajo la responsabilidad y autoría del texto a cargo de la Mg.

Anna Lucía Campos y asesoría pedagógica de ASEDH – Asociación Educativa para el Desarrollo Humano: Mg. Arlette Fernández, Mg. Daphne Marsano y Lic. David Arango; así como la asesoría neurocientífica a cargo de SONEP – Sociedad para la Neurociencia del Perú: Dr. Luis Aguilar y Dr. Daniel Paredes.

Después de recordar que el cerebro es formado por más de 100 mil millones de neuronas, células nerviosas, que conforman la unidad anatómica y funcional del sistema nervioso central y que la originan la neurogénesis y se sugiere de 50 mil a 100 mil nuevas neuronas que se generan cada segundo, desde las 15 a 20 semanas de vida prenatal; ellas entran en contacto, concluyendo varios estudiosos que:

“… en los primeros años de vida el proceso de conexión sináptica y la plasticidad cerebral son exuberantes pues, a diferencia del cuerpo, el cerebro no añade tantas células después del nacimiento, pero sí hace crecer las prolongaciones de las mismas provocando un sistema de comunicación fenomenal. La explosión de sinapsis para la estructuración significativa de esta compleja red neuronal va permitiendo el despertar paralelo de muchas habilidades sensoriales, motoras, cognitivas, sociales y emocionales que permitirán al niño integrarse al mundo que lo rodea, crecer y desarrollarse”.

De manera más categórica este equipo de entendidos nos dice:
“Cabe resaltar que aunque el cerebro tenga zonas específicas y capacidades innatas que abren el repertorio de las habilidades, los estudios más recientes señalan la fuerza e influencia que el medio ejerce en el desarrollo del ser humano. Es en la primera infancia que dichas habilidades pueden ser aprendidas, estimuladas y refinadas,,,”

La neuroeducación localiza los hallazgos para el aprendizaje y la neuropedagogía los aplica ¿Cómo? Veámoslo el próximo viernes. l

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