El boricua y el colombiano dirigen a Toros y Tigres, respectivamente. En la campaña 2017-18, Rivera se llevó el cetro

Ambos se enfrentan por segunda ocasión en una final otoño-invernal. El primero, un veterano capataz que ha luchado contra viento y marea, es puertorriqueño.

El segundo, con una carrera en ascenso que ya lo tiene en funciones especiales en las Grandes Ligas, es colombiano, un país que no se conoce tanto por el béisbol como por otros deportes.
Y aquí están, en un país que conocen mucho antes de que por sus respectivas cabezas pasara la idea de que en algún momento serían rivales por un cetro.

“Toda mi vida he estado debajo en el pronóstico, pocas cosas a mi favor. Desde que era pelotero, pero lo que he hecho de eso es aprender, ser más fuerte y sobrevivir a toda costa”, dice Lino a elCaribe antes del primer partido de la actual final entre sus Toros, el mejor equipo hasta el momento en liga, y el Licey que conduce quien le acompaña como protagonista en esta historia, Luis Urueta (Pipe).

Rivera, de 53 años, recuerda esas jornadas de liga menor con “Detroit, pero nunca pude dar el gran salto. Eso me llevó a que comenzara temprano mi carrera como dirigente porque tenía que ayudar a mi familia. Me crié en una zona difícil en Puerto Rico, pero siempre le dije a mi madre que nunca le faltaría y así ha sido”. El rostro de Rivera, que llevó al Licey a la final en 2015-16, cuando perdió de los Leones y después se coronó con las Águilas frente a los Tigres en 2017-18, cambia cuando se le menciona su familia. Su padre falleció en diciembre pasado. En la temporada que ganó con las Águilas, tuvo momentos duros ya que una hermana murió y enfrentó problemas con su matrimonio.

“Quisiera que mi papá estuviese aquí”, señala Lino con ojos que comienzan a sentir el efecto de la nostalgia. “Pero sé que Dios me lo tiene en buen lugar”, agrega el varias veces monarca de títulos en su natal Puerto Rico.

“Los golpes de la vida me han hecho más fuerte”, dice luego en un tono más fuerte. “He aprendido mucho”.

Chance de Pipe

Está claro que Urueta no quedó con buen sabor tras perder aquella final contra las Águilas. Esta vez recibió la oportunidad de comandar a los Tigres tras el despido de Pedro López.

“Vamos a ver si podemos completar. Tenemos más experiencia en béisbol en general y agradecido de tener este chance con una franquicia como el Licey”, dice el siempre educado capataz.

Con 39 años, el nativo de Barranquilla es uno de los coaches del equipo grande Arizona en las Mayores. “Se ha trabajado fuerte y se sigue trabajando más fuerte. Dirigir en esta liga siempre es un reto. Vamos a ver si podemos completar la misión esta vez y poder celebrar el título”, comenta.

Los dos saben que están en el mismo escenario de hace varias campañas con el mismo objetivo. Suele pasar. El destino los enfrenta una vez más.

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