Los dominicanos se han resignado a muchísimas cosas, incluso a la inverosímil realidad de policías o militares reclutados para velar por su seguridad y terminan como agentes del crimen. Unas veces envueltos en crímenes o delitos o protagonizando violencia intrafamiliar, o simplemente, en el “cumplimiento” de su deber, asesinando ciudadanos.

Obviamente, no son todos, para no irritar a la oficialidad, pero es la persistente participación en ilícitos inaceptables. Es decir, se convierten en multiplicadores de violencia cuando están llamados a combatirla. Y lamentablemente eso es parte de nuestra cotidianidad.

Muchos ciudadanos no saben de quiénes protegerse, si de los delincuentes comunes o de los policías violadores de la ley.
A propósito, una revisión de los periódicos desde octubre pasado confirma cómo los policías devienen en multiplicadores de la violencia.

En San Juan de la Maguana el 5 de octubre el juez de Atención Permanente dictó coerción contra un sargento mayor que hirió de balas a un menor de edad en la sección Arroyo Loro. El 15 de noviembre la Policía abrió una investigación para determinar la circunstancia en que Ignacio Alfonso Abreu Romero murió aparentemente a manos de una patrulla.

El 22 de noviembre el Ministerio Público alertó a los organismos de inteligencia para la captura de un exteniente coronel de la Policía y un exsegundo teniente del Ejército, identificados como miembros de una red de narcotráfico. ¿Recuerdan el escándalo de los 4 policías y una fiscal en una barbería de Villa Vásquez el año pasado?

El 21 de diciembre un oficial militar fue apresado en Azua con un contrabando millonario de cigarrillos. El 5 de enero tres policías participaron en un atraco que casi le costó la vida a un comerciante en Puerto Plata, y dos días después, la Policía tuvo que suspender a cuatro agentes por la muerte de dos jóvenes, detenidos y esposados en La Romana. Y seis días después, un cabo de la Policía fue implicado en Barahona en el robo de RD$1,400,000.00.

Recordemos a los caídos en “intercambios de disparos” y las mujeres asesinadas por policías.

Estos hechos obligan a la Policía a mejorar sus estándares de contratación y desempeño de sus miembros. Si lo hace, la gente se sentiría menos expuesta. Y su imagen igual mejoraría.

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