Nuestros tatarabuelos, bisabuelos y abuelos pensaban y actuaban de manera muy parecida. Su forma de vida similar. No había diferencia entre una generación y otra. Eso, en las últimas décadas, ha cambiado radicalmente: una persona de 50 años es muy distinta a una de 30, una de 30 a una de 20, una de 20 a una de 10… El mundo se transforma de forma acelerada.

Así las cosas, es natural que surjan comportamientos novedosos que requieran, tarde o temprano, ser etiquetados con un nombre por alguien que se supone conoce el tema. Algunos son catalogados como enfermedades.

Ya escribí sobre la nomofobia. Significa “no-mobile-phone phobia”. Es un temor irracional de estar sin celular o móvil, sea porque se les haya quedado en algún lugar, porque no tenga batería o porque carezca de señal. Ese instrumento, para muchos, es parte vital de sus cuerpos, indispensable como respirar. Cuando no lo tienen, se sienten incómodos, inseguros, ariscos, violentos. Sus síntomas son tan alarmantes, que en algunos países ya hay centros hospitalarios para tratarla. Los afectados sufren ansiedad, taquicardias, pensamientos obsesivos, dolor de cabeza y de estómago. Dicen que hasta puede provocar locura.

También me referí a la midorexia. Se trata de individuos de edad madura que juran que son jóvenes y hacen cualquier cosa para mantenerse en forma, se someten a cirugías estéticas, son asiduas al gimnasio, usan accesorios coloridos, visten como sus nietos… Y uno los ve sumergidos en la tecnología, con un lenguaje propio de los Millennials, una generación nacida entre 1981 y 1999.

Para nuestros protagonistas, ser parte activa de la modernidad les hace sentir adolescentes. Afirman los expertos que los midoréxicos pueden tener serios problemas de identidad, que hasta podrían deprimirse y andar por las calles con múltiples personalidades.

Ahora me entero de una nueva enfermedad: la piborexia. Aunque creo que siempre ha existido, en estos tiempos se expande con mayor facilidad gracias a la tecnología. La padecen quienes aparentan lo que no son, presentando una imagen irreal, usando todos los medios para vender ese engaño, en especial las redes sociales.

Se consideran los seres más hermosos del planeta (y están lejos de ello), publican fotos retocadas en Instagran y WhatsApp. Además, desde que viajan lo saben hasta en Júpiter y aparecen posando con frecuencia con una copa de vino en la mano, una sonrisa forzada y haciendo alardes de amistades famosas. Son narcisistas y vanidosos por excelencia.

Es mi esperanza de que usted no sufra nomofobia, midorexia o piborexia. Y triste sería su caso si estuviera contagiado dos de ellas y peor si es de las tres, como le sucede a varios que conozco.

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