Hay acontecimientos en la vida que nunca se borran, que recordamos exactamente donde estábamos, que hacíamos al momento de ocurrir el hecho.
Uno de esos momentos en mi vida lo fue el 12 de enero del 2010, a las 4:53 nos encontrábamos sesionando el Consejo de CDEEE, recuerdo sin necesidad de buscar la agenda que uno de los temas que más preocupaba a todos era la expansión de la generación, los recursos limitados para mantener generando las unidades de Los Minas a gas que las habíamos encontrado apagadas por falta de pago y que eran vitales para la estabilidad del sector eléctrico, tanto desde la generación como del punto económico porque al generar a gas su costo resultaba muy atractivo para reducir los precios de la electricidad.

De repente un intenso movimiento levanto a todos de la mesa y corrieron escaleras abajo desde el quinto piso. Siempre he creído que correr durante un terremoto es peligroso, no sé si por convencimiento técnico o simplemente porque no puedo salir corriendo como los demás.

Reiniciamos la reunión pocos minutos después pero ya el ánimo no estaba en los temas eléctricos tan importantes, sino saber qué tipo de daños habían ocurrido. Pronto nos enteramos que no solo había sido un sacudión, por el contrario, fue el terremoto más fuerte desde 1770 con un epicentro apenas a 15KM de Puerto Príncipe y con una intensidad de 7 en la escala de Richter.

El país más pobre de la región no solo era desbastado por un terremoto que afectó a más de 3.5 millones de personas, sumió en la oscuridad a toda una nación, destruyó desde el Palacio Nacional hasta hospitales, escuelas y viviendas. Haití era una nube de polvo que en solo segundos un terremoto había causado más de 350,000 muertos y miles más sin viviendas.

La ayuda internacional no se hizo esperar y a los dominicanos nos tocaba asistir con mayor urgencia por nuestra proximidad. Al siguiente día de ocurrir el terremoto, el Presidente Leonel Fernández se reunió en la frontera de ambos países con el Primer Ministro de Haití Jean Max Bellerive quien rápidamente conto sobro los horrores que vivían miles de víctimas atrapadas en los escombros y muertos por doquier.

El Presidente Fernández tan pronto regreso de la frontera, convocó una reunión donde dio instrucciones al gabinete de ir en auxilio de nuestros vecinos.

Salí para Haití el jueves 14 de enero, sobrevolar Puerto Príncipe era ver una película de terror que nunca pensé observar en mi vida. Aterrizamos en el campamento de los militares brasileños quienes me facilitaron un mapa y transporte para reunirme con el Primer Ministro que tenía como centro de trabajo un cuartel de la policía. Me presenté y le dije que iba por instrucciones del presidente dominicano para hacer todo lo posible para restaurar su débil sistema eléctrico.

Puse sobre una mesa el mapa que los militares brasileños me habían facilitado y le pregunté al Primer Ministro Bellerive ¿en qué lugar quería concentramos los primeros esfuerzos? Irrumpió en llanto y me señalizó un lugar y me dijo “ahí murió una nieta”.

Después que logramos definir cuales hospitales estaban en condiciones y arrancaríamos por ahí, escuelas y oficinas públicas que no representaran peligro llevar la energía para convertirlas en refugio y los acueductos serian prioridad.

Al regresar a Santo Domingo le pedí a mi gran amigo Francisco Castillo (EPD), vicepresidente ejecutivo del CONEP que convocara una reunión para junto con las empresas de generación trazar un plan urgente para iniciar los trabajos de inmediato.

En un hecho sin precedentes de alianza publico/privada se buscaron los fondos de parte del sector privado, se contrató un contable para que llevara con claridad aportes y gastos y como el sector eléctrico pasaba por una delicada situación por la firma con el FMI y las deudas que la administración anterior había dejado el sector privado aportó todos los recursos.

Recuerdo que el Secretario de Economía, Planificación y Desarrollo, pocos meses después reunió a todas las instituciones para reponer los fondos que estas habían usado de su presupuesto y nuestra respuesta fue que todos los fondos habían sido aportados por el sector privado y no había nada que reembolsar a CDEEE.

Más aún, la generosidad había sido tan grande que nos quedaron una o dos plantas eléctricas que donamos de forma conjunta CDEEE/CONEP al hospital Robert Reíd Cabral a solicitud de la entonces Primera Dama Margarita Cedeño.

Así como el sector eléctrico y el privado habían hecho su trabajo, miles de organizaciones a nivel mundial se volcaron en ayuda del pueblo haitiano. Fueron millones de dólares que diferentes organizaciones recaudaron para reconstruir Haití. El Fondo Clinton Bush se creó el 16 de enero apenas cuatro días de ocurrir la tragedia por iniciativa del Presidente Obama, que ponía bajo las manos de dos pasados presidentes recaudar fondos para la reconstrucción.

Todos pensamos que de esta tragedia saldría un Haití fortalecido con inversiones millonarias en hospitales, escuelas, viviendas, carreteras, pero toda esa ayuda en las proporciones de las que se habló nunca llego.

Las críticas sobre el uso de los recursos fue un tema de la campaña por parte del Presidente Trump. Lo cierto es que se perdió una oportunidad tremenda, pero para nosotros queda la satisfacción que apoyamos a nuestros hermanos haitianos, que nuestros empresarios y funcionarios del sector eléctrico no descansaron en hacer todo lo posible y necesariamente dentro de los nombres que luego ampliaré en un libro que escribo están los de Tito Sanjurjo e Hipólito Núñez quienes aportaron su talento y su tiempo para hacer más llevadera la terrible situación del pueblo haitiano.

Diez años después Haití esta asumido en una crisis de gobernabilidad tremenda, sin congreso, la presidencia cuestionada y el 50% de su población con muy poco o nada que comer. La comunidad internacional de espaldas a su situación y los millones que debieron haber llegado se esfumaron como los famosos “millones de Chaflán”.

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