La sociedad dominicana se desangra a causa de las constantes acciones criminales que desbordan todos los niveles de tolerancia de los ciudadanos que ven con impotencia como el crimen avanza y la Justicia sucumbe.
La muerte de niños, niñas, adolescentes, mujeres y hombres, por diversas causas, atiborra las páginas de los medios informativos en todas sus modalidades, pero más aún, agudiza el dolor de familias que ya no pueden con los problemas comunes que les agobian y tienen que soportar la muerte de un ser querido.

Pero lo más penoso es, que dependiendo de la procedencia del criminal, las sanciones son más o menos severas y, en muchos casos, la impunidad arregla bien su nido en la decisión de los jueces, el manejo de los fiscales y la complicidad de los organismos represivos.

En un Estado permeado por la corrupción y el abuso de poder como el nuestro, la sociedad pierde la esperanza de justicia, protección y bienestar, debido a que sus momentos de paz les son arrebatados por asesinos vulgares, violadores, asaltantes, atracadores, narco-delincuentes y agentes cómplices.

El recién nacido 2020, debe ser un año para reflexionar profundamente sobre el destino de las familias, el control de los hijos, la mejoría en la educación, la valoración humana y el respeto a los demás.

Y, aunque tenemos un año electoral muy cargado, el espacio para darle sentido a la vida debe ser separado, el país tiene que seguir y nosotros demandar por las vías más expeditas, el respeto a la convivencia pacífica, el derecho a vivir con dignidad, transitar sin miedo, abrir las puertas de nuestros hogares sin temor a los ladrones ni a otros criminales.

Hay que empoderarse, retomar el coraje de dominicanos henchidos de patriotismo, dominicanidad y lealtad a los valores y derechos legados por los patricios, héroes y mártires. No permitamos que nos despojen de la dulzura, el amor y la alegría que siempre hemos exhibido como quisqueyanos orgullosos. Frenemos el crimen.

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