De acuerdo a un trabajo presentado en el 1942 por el bachiller Aquiles Rodríguez, en el año de 1821 se practicó la primera cesárea en Santo Domingo, practicada por el Médico Francisco Suñez, cirujano de París, que visitó esta parte del territorio durante la ocupación haitiana, esta operación se hizo a la señora Doña Catalina Torres y Colomé, esposa de Don Juan Perosa (Catalán), presenciada por el Presbítero Padre Portilla, pues el único fin perseguido por la iglesia era el bautismo. La señora murió súbitamente y enterrada el 12 de octubre de 1821. La práctica de esta operación motivó la Circular del Arzobispo Portes a los Señores Curas que les obligaba a practicar la cesárea post-morten para bautizar la criatura. Esa Circular fechada en 1855 consta en los Archivos del licenciado Rodríguez Demorizi, extraída de los Archivos de Nuestra Catedral, de cuya circular sacó algunos datos solamente. En ese tiempo, el doctor Francisco Cangiamila publicó un párrafo diciendo que los “padres y los que rehúsen de que se haga la cesárea en una mujer que ha muerto pecan mortalmente y se hacen reos de la muerte temporal y eterna del niño”. Se recomendaba a los curas tener el instrumento propio para la cesárea (una navaja); acto que a veces se encomendaba a comadronas en presencia de las personas que recomendaba la circular. Al hacer la cesárea, decía la circular: sólo se descubrirá el vientre de la mujer y se hará sobre una mesa o en el mismo lecho, la incisión no se hará en cruz, sino a lo largo, habrá agua tibia para el bautismo, etc… Se encuentran citaciones de (Manjer) interesantes en que el feto no se encontraba en el útero, si no en el abdomen, tubos falopianos, y en el mismo Ovario, por lo cual vemos se trata de embarazos extrauterinos. Dice además, si se halla una Mola recomienda abrirla y quizás se encontrará lo que se busca como acaece no pocas veces.

Los tratamientos en esa época eran muy limitados , y de acuerdo a la misma fuente, se ofrecían los siguientes: “para quitar el dolor y deshinchar los pechos a las criaturas: se deslíen los polvos de estiércol de ratón en agua natural y se untan con unas plumas.
Para quitar y corregir el menstruo: se toman 6 guineos maduros y se le quitan el pico y el pie, se coloca en una vasija grande que contenga ocho botellas de agua y se le añaden cuatro onzas de sarra rajada, una raíz de brusca machacada con una penca de sábila bien lavada, unos clavos de hierro y se pone al sol bien tapada la vasija con un lienzo. Desde el tercer día puede tomarse un vaso por la mañana y otro por la noche. Para acomodar los menstruos: miel de caña. Para los partos difíciles: El perejil mojado y puesto en la vulva hace milagros. Para excitar el aborto: El zumo de rabo de zorra en medio vaso de agua. Para acelerar los partos: El conocimiento de cogollos de rompesaragüei; también es excelente para expulsar la placenta. Para detener el flujo de leche en las paridas: El tallo de zanahoria aplicado a las mamas”.

Otro médico famoso ejerció en nuestro país a mediados del siglo XIX y fue el doctor Emeterio Betances (a) El Español, de origen puertorriqueño, recetó mucho a las paridas y gozaba de gran fama.

La bbstetricia siguió todos esos años en manos de comadronas solamente y por los años 1870, 1880, 1890, etc. se hicieron notables algunas como Margarita Mears. A finales del siglo XIX empezaron a llegar médicos formados en París con gran preparación en la obstetricia y que le dieron un gran impulso.

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