A las 10 de la noche del jueves, 23 de junio de 1960, el presidente Rómulo Betancourt decidió asistir al desfile militar al día siguiente. Sus médicos le habían aconsejado guardar reposo debido a un cólico hepático. Sin embargo, sus asesores políticos lo convencieron de acudir junto con el Ministro de Defensa a la celebración del aniversario de la Batalla de Carabobo, y del día de las fuerzas armadas. Era necesario continuar ganando la confianza de los militares, después de la caída del dictador Pérez Jiménez, hacía aproximadamente un año medio.

El viernes amaneció nublado. La caravana del presidente Betancourt compuesto de dos limosinas blindadas Cadillac, vehículos de escolta y franqueadores debía realizar un recorrido de unos veinte minutos hasta su destino. Momentos antes de que pasara la comitiva presidencial por Los Próceres, un destartalado vehículo Oldsmobile verde, modelo 1954, fue abandonado por su chofer, quien se alejó gesticulando, indicando que estaba dañado. Dentro del vehículo quedaban 65 kilos de nitroglicerina con gasolina gelatinosa, capaz de producir una infernal onda expansiva y de elevar la temperatura a 4000 grados centígrados, en un primer momento.

El chofer del abandonado Oldsmobile subió a un elevado que le permitía ver el automóvil y de donde podría dar una señal al operador de un detonador de microondas. Al paso de la comitiva presidencial, el detonador activó la dinamita que rompió el viejo Oldsmobile en dos, y envío por los aires el Cadillac presidencial, cuyo chofer salió disparado envuelto en llamas y que mató al instante al jefe militar de la Casa Presidencial. El calor producido por la explosión llegó a derretir las armas que iban dentro del vehículo y quedaron dispersas en el pavimento. El Presidente, el Ministro de Defensa y la esposa de éste lograron salir del vehículo. Betancourt, aturdido y con su traje envuelto en llamas, sangraba profusamente, y sufrió importantes quemaduras de primer y segundo grado, en la cara, en sus labios, en sus manos. Perdió la visión de un ojo temporalmente. Las secuelas del trauma sufrido afectarían su salud permanentemente. Rómulo Betancourt pagó así el precio de defender la libertad de los dominicanos frente a un dictador inmisericorde e implacable, quien asesinaría de manera aún mas salvaje a las tres hermanas Mirabal, el 25 de noviembre de ese año. La invasión de junio de 1959, cuyo comandante Jiménez Moya había sido protegido por Betancourt; las sanciones y aislamiento internacional, luego del atentado de Caracas; y el asesinato de las hermanas Mirabal marcaron el camino a la tumba de la tiranía. La Republica Dominicana tiene una deuda con Venezuela.

Honraríamos nuestra historia y a nuestros héroes otorgándole un tratamiento humanitario a aquellos venezolanos que califiquen, luego de escapar de la dictadura de Maduro.

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