Comedimiento, prudencia, conservadurismo. Todas son expresiones que representan actitudes válidas para ser asumidas en esta fecha. Deberían ser observadas como modelo de vida. Tal vez es mucho pedir un comportamiento así de por vida.

Pero para las celebraciones que inician hoy con la conmemoración de Nochebuena y mañana Navidad, sí debería ser acogida cualquiera de esas actitudes.

Asumir la prudencia, el comedimiento o el conservadurismo es una actitud de cooperación, de contribución al esfuerzo que realizan las autoridades para minimizar situaciones que generen dolor y tragedia a causa del desenfreno que suele apoderarse de la población en esta época.

De nada vale el esfuerzo desplegado por las autoridades, enviando a más de 40 mil brigadistas a labores de prevención si la población no copera. La prevención debe ser una labor compartida.

Ser prudente al conducir un vehículo sea por calles, carreteras y caminos es una forma de contribuir a evitar accidentes, que representan los mayores riesgos de tragedias. La velocidad es un factor que debe ser evitado. El que tenga que viajar a lugares distantes, que salga más temprano. Una vez iniciado el recorrido, por favor que conduzca observando las normas que regulan el tránsito vehicular. Un rebase en una curva o en una cuesta es una temeridad que puede ser fatal, tanto para el conductor como para terceros.

Ser prudente en la bebida es asimismo un comportamiento de civismo que contribue con el esfuerzo colectivo dirigido a lograr unas celebraciones con el menor balance negativo posible. No está de más recordar que quien maneje un vehículo no debe ingerir bebidas alcohólicas.

Hay que ser también prudente en la comida. Los excesos en la ingesta de alimentos pueden tener consecuencias negativas para la salud.

La prudencia debe imperar hasta en los festejos. Por ejemplo, bailar con moderación es recomendable.

En realidad, el comedimiento debe estar presente, guiando todo el comportamiento durante al menos hoy y mañana. La gente debe tener presente que asiste a una celebración, a una festividad, no a una competencia de velocidad, de beber y comer.

Evitar los excesos en cualquier acción que se haga debe ser la norma para evitar que las celebraciones terminen en lamentaciones y el final de la jornada en un conteo de tragedias. La vida debe continuar sosegada después de las celebraciones.

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