Me encantan las biografías. En la de Benjamin Franklin, el inventor, científico y político estadounidense reflexionó: “Quien compra lo superfluo no tardará en verse obligado a vender lo necesario”. Y esta frase resalta más en Navidad, donde, como me dijo un amigo, “ya vienen llegando los reyes que se llaman Comprar, Gastar y Malgastar”.

En los próximos días, miles de trabajadores recibirán su salario de Navidad. Sé que para la mayoría no rendirá mucho y que, en el mejor de los casos y actuando con responsabilidad, apenas alcanzará para la cena de Nochebuena, regalar algo a sus seres queridos y tal vez hacer ciertos arreglos al hogar.

Otros, o los mismos, amortizarán las deudas acumuladas durante el año que transcurre, tratando de llegar a enero con menos dificultades. El doble sueldo quedará en manos de los bancos o de los prestamistas.

En fin, cada cual tiene sus problemas y buscará la manera de enfrentarlos, a sabiendas de que no habrá soluciones definitivas. Lo importante es que esos chelitos que entrarán no sean derrochados, lanzados al viento, utilizados en caprichos pueriles.
Evitemos los excesos en Navidad, que el mundo no se acaba en diciembre, que después nos arrepentimos de lo que hicimos, pero nos percatamos cuando ya tenemos la soga al cuello.

Atragantarnos con cosas superfluas es absurdo, incluso es un irrespeto a nuestras familias, que de seguro tienen necesidades que merecen atención y recursos. Antes de vaciar los bolsillos, pensemos en lo que falta en el hogar. Prioricemos.

En estos tiempos abundan las malsanas tentaciones y la pérdida del buen juicio. La locura, casi colectiva, protagoniza los escenarios. Hasta en los cementerios hay bulla. Hay personas de escasos recursos económicos que gastan en bebidas el equivalente de lo que le falta a su hijo para completar el año escolar con mejores condiciones. Y hay gente rica que se burla de sus hermanos cuando en una noche despilfarra cien veces más de lo que le paga en un año al jardinero de su mansión.

Recordemos que el año 2020 será esencialmente político, y que, aunque se entiende que todo marchará con normalidad, no es descartable algún tipo de crisis temporal que afecte a la población.

Navidad no es sinónimo de francachela, ni de conductas erráticas, ni de bohemias desenfrenadas. Navidad significa sosiego, paz y esperanza, además de una excelente ocasión para revisarnos y pensar qué debemos corregir.

Y destaquemos que nada como la Navidad (y Año Nuevo) para proponernos metas que en base a nuestro esfuerzo podamos alcanzar. Y un mensaje final: utilicemos con sentido común el salario de Navidad para luego no tener que vender o empeñar lo comprado.

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