Eso de Danilo empujar inútilmente un penco de candidato, o de Leonel publicitarse como un eventual presidente de la República, cuando para 2020 el nuevo mandatario será quien acuda a las elecciones como representante del cambio que quiere la gente, no pasan de ser fuegos de artificios inflados por una saturante nublazón mediática

De ninguna manera puede presidir el país quien haya sido responsable o pueda ser asociado o asociada con los 20 años de corrupción, impunidad y formidable descalabro de servicios tan elementales como seguridad ciudadana, agua y luz, atención debida en los hospitales, ausencia de educación de calidad, seguridad social y el desorden migratorio que desborda ya todos los espacios del territorio nacional.

No puede ser presidente o parte de una boleta presidencial quien de cualquier manera tipifique como responsable, por acción u omisión, del gran déficit institucional que es raíz generadora de la delincuencia desbordada y del desorden y el irrespeto que campean en todo el país.

El rechazo casi generalizado al continuismo morado es estratosférico, y se expresa en que llegó al 91% la franja de la población que demanda un cambio, “es todo mundo que quiere el cambio”, dijo Bernardo Vega al ofrecer los datos de una encuesta, días atrás.

Gonzalo Castillo y la dirección del PLD saben que con un rechazo tan abrumador no tienen nada qué buscar en elecciones limpias, y por eso se aferran al milagro del manejo que puedan conseguir con el voto automatizado, favorecido por la JCE después de afirmar que adoptaría ese método por consenso.

Aprobó el voto automatizado contrariando la opinión del PRM y Juntos Podemos, que junto al PLD son los principales actores del sistema político. Esa medida es especialmente preocupante en momentos en que el Presidente y gran parte del gobierno se mantienen en una intensa romería proselitista, con la permisividad del pleno de la JCE.

El artículo 211 de la Constitución establece que la JCE “tiene la responsabilidad de garantizar la libertad, transparencia, equidad y objetividad de las elecciones”.

¿De qué bendita equidad y justeza electoral puede hablarse con el gobierno en campaña, en abierta violación a la Constitución y las leyes de Función Pública y Electoral, mientras la JCE no hace nada?

Pienso que la JCE va cuesta abajo en la rodada de su credibilidad.
Esperemos los días por venir porque parecería que la Iglesia va en mano de quien no debe. l

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