Este tema fue tratado por diversos médicos del siglo XIX. Sin embargo, han sido pocos los galenos dominicanos que se han preocupado por investigar respecto a la tifoidea, a pesar de ser una afección tan común en nuestro país.
El principal de los trabajos dominicanos, es una tesis presentada por el doctor Alberto Gautreau en 1897, para ostentar el título de Licenciado en Medicina; esta tesis llevó por título: “La cura de la tifoidea por los baños fríos” y vio la luz en la ciudad de Santo Domingo. En ella recomendaba su autor, como uno de los mejores métodos terapéuticos, el uso de baño fríos, que ya eran conocidos de años en Europa y que el propio doctor Gautreau había visto aplicar con éxito por el profesor Dieulafoi en París. Este trabajo causó repercusión en la clase medica de su tiempo, ya que, hasta esa fecha, habían sido muy parcos en su aplicación. La balneación se generalizó en la República desde este trabajo y los tímidos médicos, que jamás hubiesen osado recomendar baño frío, lo hicieron con frecuencia.

Otro trabajo digno de mención fue el titulado: “El mejor diurético en la fiebre tifoidea”, cuyo autor fue el Dr. Heriberto Pieter. Motivó ese trabajo, según sus propias declaraciones, el hecho de que los diuréticos conocidos hasta entonces, no podían ser usados por largo tiempo, cosa que era absolutamente necesaria en una afección de tan larga duración como la tifoidea. El autor de ese trabajo recomendaba las tisanas de los granos de lino y la técnica para su preparación la describía en la siguiente forma: 30 granos de semillas, encerradas en un saquito de muselina blanca, para infusionar en un litro de agua; dejar enfriar el líquido y administrar al enfermo, a vasos, durante el día y la noche en todo el curso de la enfermedad y hasta después de la convalescencia. Con este método y, según sus observaciones, se producía un “debacle” urinario en todos los casos, ninguna complicación y nunca produjo albuminuria. Del final de este trabajo copiamos: Además, por su acción emoliente, el lino disminuye la flogosis del tubo digestivo, especialmente del segmento intestinal, aleja del paciente la más tenebrosa de las complicaciones viscerales: la perforación del intestino.

También publicó un artículo el doctor Narciso Alberty, titulado: “Palúdicas-tifoidea”, en el 1905. En ese trabajo el doctor Alberty aseveraba que en estos casos “no hay ningún síntoma que indique la tifoidea cuando está en el primer septenario”. Indicaba también como signo muy bueno la epistaxis y recomendaba una reacción llamada de Albert Robin para diferenciar la palúdica-tifoidea de la palúdica simple; además daba la técnica en la siguiente forma: colocar un tubo de ensayo en las orinas del sospechoso, inclinar el tubo, hacer resbalar por las paredes algunas gotas de ácido nítrico; si es sencillamente palúdico, la masa tomará un color salmón ligero; si se trata de un palúdico-tifoidea se forman tres capas: arriba blanca albúmina, al medio azul indigo, y abajo roja sangre. Aseguraba que esta reacción se ve desde los primeros días, sin tener que esperar 7 días . También en la tesis de Geraldo M. Ellis Cambiaso, en que su autor dedica algunos párrafos a la profilaxis de la tifoidea en 1912. Con todo énfasis declaraba que el día que Santo Domingo tuviese un laboratorio donde se examinasen las aguas, la tifoidea sería nula ó atenuada. El Laboratorio Municipal fue fundado en mayo de 1908. Y la más grande campaña de vacunación oficial, se realizó durante el gobierno de Ramón Cáceres, en el año 1910. Continuará…

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