Cuando publiqué, en esta columna, sobre la fábula del sapo y el alacrán, a propósito del proceso político y sus consecuencias, ese artículo junto a otros fue motivo para reclamos en la cúpula del PLD, específicamente por varios ministros miembros de su CP.
Se mostraban irritados, igualmente, por haber escrito que en el 2016 Danilo había ganado con pies de barro o porque posteriormente reclamaba que mis perros oían más que los senadores. En otras entregas de esta columna reclamaba que se respetaran los acuerdos y explicaba que aún había tiempo para restablecer la confianza y se estaba en camino para que esa organización política retomara el camino para no perder de sí misma.

Esa cúpula hizo de todo para descalificar la moral y el liderazgo político del Dr. Leonel Fernández. Los esfuerzos de éste de cohabitar eran respondidos con mayores presiones sobre él; la cúpula, con evidente ignorancia política, confundía la prudencia con debilidad y esperaban a que cedería. No se daban cuenta que lo estaban templando como líder político.

El propósito de esa cúpula partidaria era obligar al Dr. Fernández a que permitiera una nueva modificación constitucional para perpetuar al Presidente Medina en el poder.

El Dr. Fernández no cedía, consolidando su posición y convirtió su postura en una causa nacional en defensa del ejercicio democrático del poder y en respeto a las normas constitucionales que lo rigen.

Compartí el criterio de que de perseverar la cúpula palaciega y partidaria en ese comportamiento, pondrían en riesgo la permanencia del PLD en el poder, debido al progresivo deterioro del gobierno que irían provocando. Advertí que el Dr. Fernández tendría que echarse encima un gobierno en caída y un partido en descrédito.

Simbólicamente invocamos la fábula del sapo y el alacrán, porque se refiere a un sapo, que por ser anfibio, puede cruzar las aguas profundas a nado y la de un alacrán (Centruroides limpidus) venenoso, que con hipocresía le pide al anfibio cruzar en su lomo un profundo río. El sapo (anfibio) le responde que no, que él le enterraría la ponzoña venenosa; el alacrán responde, con cara angelical, que no porque se ahogarían los dos. El anfibio, con un gesto noble, lo invita a subirse en su lomo y, cruzando el río, el alacrán entierra al sapo su ponzoña venenosa, cuando el sapo reclama y le dice que ahora nos ahogaremos los dos; el alacrán responde diciendo: -Perdone, es que eso está en mi naturaleza.

Recrear esa fábula molestó y sacó de control emocional a la cúpula palaciega y partidaria, porque se trataba de una clara advertencia de lo que le sucedería al Dr. Leonel Fernández, y a la causa que ha sustentado, si optaba por echarse encima este gobierno.

El domingo 20 de octubre pasado, como resultado final de las primarias fraudulentas, el Dr. Fernández anunció su salida del PLD y con él un numeroso grupo de dirigentes (entre los que me encuentro) y una interminable cantidad de miembros que aún no paran.

El alacrán no podrá aguijonear porque Leonel Fernández y los dirigentes renunciantes pasamos a construir el Partido Fuerza del Pueblo. En sólo 28 días, por demás, Leonel ha pasado a ser candidato presidencial de seis partidos y ser el arquitecto de una poderosa coalición opositora.

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