Radiografía de la agropecuaria dominicana

La agropecuaria sigue siendo la cenicienta de la economía dominicana. En 2018 fue el segundo sector con más baja productividad laboral, superando solo al comercio porque allí la participación de los micronegocios muy precarios (como la venta ambulante) y el trabajo por cuenta propia es muy alto.

La protesta que han escenificado campesinas y campesinos de El Seybo en reclamo de que le sean reconocidos sus derechos de propiedad sobre tierras agrícolas en esa provincia es un recordatorio de que, siete años después de haber puesto en marcha las Visitas Sorpresa y de haber impulsado un esfuerzo por incrementar la titulación de tierras con la creación de una comisión permanente, el país y el Estado continúan teniendo una importante deuda para con la economía rural y la agropecuaria, y que el acceso a la tierra continúa siendo una de las barreras a las que se enfrentan productores y productoras para incrementar la producción y los rendimientos.

La agropecuaria sigue siendo la cenicienta de la economía dominicana. En 2018 fue el segundo sector con más baja productividad laboral, superando solo al comercio porque allí la participación de los micronegocios muy precarios (como la venta ambulante) y el trabajo por cuenta propia es muy alto. Además, es la actividad económica con menores remuneraciones laborales.
En 2018, las remuneraciones medias por hora fueron equivalentes a menos del 66% de las del resto de la economía. Como resultado, a pesar de que la agropecuaria no es la única actividad en esos territorios, la incidencia de la pobreza es notablemente mayor en las zonas rurales que en las urbanas. En ese año, el porcentaje de hogares con ingresos de pobreza fue un 16% más elevado que en las zonas urbanas, y el porcentaje con ingresos de pobreza extrema fue un 57% más alto.

El gobierno y no pocos actores de peso dicen reconocer esa realidad y la importancia que tiene la agropecuaria para el bienestar de la población rural y para fortalecer la seguridad alimentaria del país. Sin embargo, el hecho de que sea una de las actividades que menos conocemos y sobre la que hay menos información delata hasta dónde llega ese reconocimiento y cuanto en verdad se está dispuesto a hacer por la producción y por la gente que produce o quiere producir.

Para hacer buenas políticas es imprescindible tener información buena y abundante. Empero, por décadas, el Estado dominicano ha fallado miserablemente en contar con estadísticas actualizadas y de calidad sobre la agropecuaria. No han sido poco los años de espera por un nuevo censo agropecuario. El último fue en 1982, y en 1998 se hizo una encuesta nacional de productores. Un censo proveería información detallada sobre las unidades productivas, su ubicación, su tamaño, sus características físicas, el trabajo (número de personas, formas de vinculación laboral, etc.) lo que producen, cuanto producen y cómo lo hacen, los mecanismos de provisión de insumos y de acceso a los mercados, y la situación legal de las explotaciones, entre muchos otros datos necesarios.

En 2015 arrancó el camino hacia un nuevo censo agropecuario con la elaboración de un precenso que se suponía iba a servir de base para la elaboración del trabajo mayor. Desafortunadamente, el esfuerzo se quedó corto porque el censo no se hizo.

Sin embargo, el precenso ofrece una panorámica general del sector agropecuario dominicano en ese año que merece la pena ser compartida con el público amplio antes de que su valor caduque. Sus resultados proveen datos sobre el número total de unidades productivas agrícolas, pecuarias y mixtas que existen, las regiones en las que se encuentran, sus tamaños (superficie), su condición jurídica, los cultivos y características de los productores como el sexo y el número de parcelas que explotan.

¿Cuántos productores hay?

El precenso encontró que en 2015 en el país existían casi 320 mil unidades productivas, esto es, fincas o explotaciones agropecuarias. De esas, unas 200 mil (63%) eran de tipo agrícola, 64 mil (20%) eran pecuarias o de crianza de animales, y 51 mil (16%) combinaban agricultura y crianza.

Esas explotaciones se distribuyen en todo el país y no hay alguna región, de un total diez, que concentre un particularmente alto número de ellas. Sólo la región Valdesia, que incluye a las provincias San Cristóbal, San José de Ocoa, Peravia y Azua, tiene un porcentaje algo mayor que el resto (15.6%), lo que tiene que ver en parte con la pequeñez de las parcelas.

¿Cuánta tierra se dedica a la agropecuaria?

En 2015 la agropecuaria ocupaba 30 millones de tareas, equivalente a 1.9 millones de hectáreas. De ese total, 12 millones (40%) se dedicaba a la agricultura, 9 millones (30%) a la pecuaria (crianza de animales) y 7.3 millones (24%) tuvieron propósitos mixtos (agricultura y crianza).

De esas, 10 millones están en el Cibao Norte (Espaillat, Puerto Plata y Santiago), Cibao Sur (La Vega, Sánchez Ramírez y Monseñor Nouel) y Cibao Noroeste (Dajabón, Monte Cristi, Valverde y Santiago Rodríguez) y 3.2 millones en El Valle (San Juan y Elías Piña).

¿Cuál es el tamaño de las fincas?

La superficie total de la agropecuaria supone que el tamaño promedio de las explotaciones en la República Dominicana es de menos de 94 tareas (5.8 hectáreas). En promedio, las fincas agrícolas son notablemente más pequeñas que las pecuarias. El tamaño medio de las primeras fue de 60 tareas (3.8 hectáreas) y de las segundas de 141 (8.9 hectáreas). Las mixtas tienen un tamaño similar a las pecuarias.

La pequeñez de las superficies es una de las fuentes de la baja productividad en la agropecuaria dominicana. En 2015, el precenso encontró que el 18% de las parcelas tenía menos de 8 tareas, el 42% menos de 20, el 65% menos de 40 tareas y el 81% tenía 70 tareas o menos. Sólo 7% tenía más de 200 tareas (12.5 hectáreas) y apenas 1.7% tenía más de 800 tareas (50 hectáreas). Sin embargo, no hay estadísticas de la cantidad de personas dedicadas a la agricultura que no tienen tierra.

Las fincas más pequeñas están en las provincias de la región Valdesia como Peravia, Azua y Ocoa, y en San Juan y Elías Piña. En ellas predomina la agricultura. En contraste, las más grandes están en el Este, esto es, en la región Yuma (La Altagracia, El Seybo y La Romana) debido al peso de la ganadería y el azúcar, y en menor medida en el Cibao Norte (Puerto Plata, Espaillat y Santiago) y Cibao Nordeste (Duarte, Hermanas Mirabal, M.T. Sánchez y Samaná).

¿Qué se cultiva? ¿Qué se cría?

En la mayoría de las regiones, las tierras se dedican principalmente a la agricultura, pero en el Este (región Yuma) más tierras se dedican a la crianza que a la agricultura. También en el Cibao Norte.

Entre las actividades pecuarias, la crianza de ganado vacuno es la más importante (42%) seguida por la de cerdos (18%) y la de aves de corral (23%), mientras los cultivos son más diversos. Más de 70 mil unidades productivas agrícolas, un 28% de las 252 mil que el precenso obtuvo información, cultivaba cereales. Presumiblemente, el arroz es la más importante. Otras 62 mil fincas (casi 25%) cultivaban frutas.

De las casi 260 mil unidades productivas para las cuales el censo capturó información, solo unas 60 mil (23%) tenían la condición de personas jurídicas, esto es, empresas o entidades. El resto fue personas jurídicas. 16% de ellas fueron mujeres y 84% fueron hombres. Por último, el precenso encontró que el 85% de los productores tiene una sola parcela y el 11% tiene dos.

Los pocos datos que hay sobre agropecuaria en el país no dicen cuantos productores sin tierra tenemos, pero muestran que la actividad es ampliamente dominada por productores con poca o muy tierra. Esto afecta más a quienes se dedican a la agricultura y algo menos a quienes se dedican a la ganadería. También muestran el peso de cultivos como el arroz y de actividades como la ganadería, la avicultura y la porcicultura, y que la actividad continúa siendo principalmente masculina.

Sin embargo, poco sabemos de las condiciones concretas que enfrentan los productores, de la calidad de sus tierras, de su utilización, del acceso a agua, a crédito y a tecnología, de su productividad, de la calidad de sus productos, del estado de la infraestructura que usa, de los servicios provistos por el Estado de los que hace uso y de sus relaciones de mercado con proveedores de insumos y con comercializadores.

No se puede hacer buenas políticas a ciegas. Hace demasiado tiempo que el país se debe a sí mismo un buen retrato bien detallado de su sector agropecuario, y no una mera radiografía de baja resolución. No esperemos cambios importantes en este ámbito sin antes contar con la información necesaria.

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