La historia continuará…

Cuando hace meses para la mayoría era evidente la caída de Nicolás Maduro, expresaba en las tertulias que varios de los jefes de Estado del área que apoyaban esa idea terminarían su carrera política antes que la del presidente de Venezuela.

Cuando hace meses para la mayoría era evidente la caída de Nicolás Maduro, expresaba en las tertulias que varios de los jefes de Estado del área que apoyaban esa idea terminarían su carrera política antes que la del presidente de Venezuela. “El capitalismo se quedará por los siglos de los siglos”, me respondían algunos. Se equivocaron.

En América Latina, recientemente, hubo un giro de gobiernos “de izquierdas” a “de derechas”. En consecuencia, en los países donde hubo el cambio se le dio riendas sueltas al capital privado en desmedro de la función social del poder. Chile, Argentina, Brasil y Ecuador son una prueba de ello. Casualmente, hoy esas naciones sufren crisis de todo tipo. Argentina ya cambió, los demás, quizás pronto.

Luego del derrumbe de la Unión Soviética, leíamos con frecuencia que el esquema político y económico ideal era aquel en que el Estado no intervenía en los asuntos particulares, pues eso perjudicaba el desarrollo y el bienestar de los pueblos. Ese pensamiento se expandió de inmediato.

Una de sus voces más importantes fue la de Francis Fukuyama, con su libro “El fin de la Historia y el último hombre”. Esta obra fue de lectura y análisis obligados a principio de los años noventas e impactó bastante en nuestra generación de sueños y esperanzas, pues en ella se expresaba que la era de las utopías había muerto y de que el liberalismo se había impuesto en el mundo, gracias, en gran medida, a la falta de ideologías alternativas, especialmente luego de la desaparición de la Guerra Fría.

Afirmaba que las ideologías ya no eran necesarias y de que habían sido sustituidas por la economía. Argumentaba Fukuyama que la evolución ideológica había terminado y que el triunfo del liberalismo era inevitable y para siempre. Muchos le creyeron y juraban que el nuevo orden internacional se quedaría para siempre.

Recuerdo que Juan Bosch, visionario como pocos, al referirse al libro, dijo que su contenido no era cierto y lo combatió con la altura y profundidad de los sabios. El protagonismo de China e incluso el carácter proteccionista del gobierno de Donald Trump le han dado razón.

Lo que está agonizando es el crudo capitalismo que conocemos, con su despreocupado dejar hacer y dejar pasar, con sus líderes con ínfulas mesiánicas que saben que en el cuadrilátero de la vida, ambos con libertad de acción, el fuerte en todo momento vencerá al débil.

Si bien es cierto que debemos respetar e incentivar la propiedad privada, la misma no puede ser anárquica, sin controles, porque se torna injusta y perjudica a los más necesitados. Y la historia continuará, los orígenes volverán.

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