En el medio de una de sus peores crisis y luego de 5 semanas ininterrumpidas de huelga, de Haití se fue hace 2 días la fuerza de seguridad de la Organización de las Naciones Unidas.

Canadá, Francia, Estados Unidos, España y otros países influyentes en la ONU (además de parte del mal llamado “Club de Amigos de Haití”), han sido culpables de una gran irresponsabilidad de la comunidad internacional frente a la situación inviable y fallida del vecino país, y para disfrazar su negligencia han dedicado sus esfuerzos en buscar una solución dominicana al problema haitiano.

Paradójicamente estos países son bastante estrictos en cuanto a su política migratoria y la deportación de ilegales, pero las ONG’S y grupos que en teoría defienden los derechos humanos no dicen nada.

República Dominicana, en cambio, no es tan fuerte en su política migratoria como debiera. Con los haitianos, que constituyen el principal flujo migratorio hacia suelo dominicano, hemos sido tan flexibles que aún ante amenazas contra nuestro derecho a la salud fuimos incapaces de tomar necesarias medidas como el cierre total de la frontera cuando desató el brote de cólera.

Hemos permitido por demasiado tiempo una enorme cuota de ilegales haitianos, la mayoría de los cuales ha recibido en nuestro país educación, atenciones médicas, empleos y hasta el trato que no reciben muchos dominicanos.

La solidaridad y la entrega con que Gobierno, iglesias, fundaciones, particulares y en general, el pueblo dominicano ha colaborado con Haití, enrostra un interesante contraste: El país al que algunos llaman xenófobo y racista y han sentado en el banquillo de los acusados con dicho argumento es justamente el país que más ha ayudado al vecino.

Haití es un pueblo que agoniza y donde lentamente mueren millares de personas de hambre, sed y enfermedades que en otros lugares del mundo ya están erradicadas. La mayoría de los haitianos tiene décadas viviendo en condiciones infrahumanas en su país y la comunidad internacional no ha tenido iniciativas serias para lograr la reconstrucción de Haití.

Con todo lo que hemos hecho deberíamos ser altamente valorados por una comunidad internacional que no ha jugado su papel como las circunstancias ameritan. Sin embargo, como nos hemos dejado humillar tantas veces por grupos que necesitan justificar su sostén económico, somos el culpable favorito de organizaciones y personas que nos atacan pero que no dedican ni una parte de sus recursos a trabajar por los haitianos allá en Haití.

República Dominicana debe jugar un rol protagónico en la transformación del hermano país, pero dicho papel no se trata de intentar encargarse de problemas que por razones objetivas no tiene la capacidad para resolver, sino de exigir a la comunidad internacional que asuma la responsabilidad que le toca con Haití.

Posted in Opiniones

Más de opiniones

Más leídas de opiniones

Las Más leídas