Desde el año 1993 han muerto en la República Dominicana cerca de 300 personas como consecuencia de incendios, han resultado heridas centenares más y se han producido millonarias pérdidas de dinero. Por tal motivo, si bien el trabajo de un bombero probablemente no sea tan frecuente como el de los policías, cuando se les presenta una situación de emergencia, casi siempre constituye una situación de intensa gravedad, grandes proporciones y que amerita todos recursos técnicos y humanos disponibles para tratar de resolverla.

Lamentablemente, no hay una comprensión clara en nuestro país de la importancia que revisten los héroes anónimos que constituye los cuerpos de bomberos, lo que se ha traducido en precariedades que indiscutiblemente afectan el trabajo de personas que en su mayoría están muy preparados pero que necesitan, de manera imprescindible para hacerlo, herramientas de las que raras veces disponen.

El presupuesto anual total asignado para todos los cuerpos de bomberos de todo el territorio nacional es de menos de 140 millones de pesos, cifra obviamente insuficiente que ha tenido consecuencias inevitables como pobres salarios para los bomberos, poca y a veces ninguna capacidad de transportarse a tiempo para los lugares afectados por falta de una adecuada flotilla de vehículos (y falta de ayuda de los agentes de la DIGESETT que parecen no entender que los incendios son situaciones de urgencia), escasos utensilios para hacer su labor como máscaras de oxígeno, falta de alimentos y bebidas para mantener a los bomberos hidratados durante su trabajo y hasta en ocasiones falta de agua suficiente para apagar o contener el fuego.

Y si la situación es precaria para la capital, para las provincias es todavía peor, pues no hay mucha igualdad en la distribución del escaso presupuesto existente, lo que ha conllevado a que en lugares como Azua, Samaná, entre muchos otros, se haya denunciado que han tenido que recolectar dinero entre los vecinos para pagar al chofer que transporta a los bomberos y hasta han tenido que apagar fuegos con cubetas.

En nuestro país existen bomberos, asalariados y voluntarios, muy bien entrenados. Algunos han estudiado en academias, otros han recibido cursos específicos como los ofrecidos por el Ministerio de Medioambiente sobre incendios forestales, pero en general la mayoría están muy bien calificados para desempeñarse como bomberos. Sin embargo, sin las condiciones y los recursos adecuados resulta imposible que estas personas puedan poner en práctica todo ese conocimiento.

El Gobierno en su asignación presupuestaria y los Ayuntamientos en la supervisión y distribución del presupuesto deberían prestar más atención a los cuerpos de bomberos. Probablemente, con más recursos, la mayor parte de las consecuencias de grandes incendios en nuestro país se hubiesen podido evitar.

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