Temía que en las pasadas primarias del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) , y del Partido Revolucionario Moderno, PRM, la sangre llegaría al río y que la “campaña sucia” sería la norma, el día a día. Y que las partes involucradas usarían todas las mañas posibles para desacreditar a las demás. Y estoy seguro de que así también opinaban muchos.

Pensaba que habría violencia previo a las votaciones, en los colegios electorales y luego de conocerse los resultados, sin importar los resultados. Entendía que las descalificaciones a los contrarios estarían a la orden del día y que estas actuaciones incluirán más que palabras, pues habría vías de hecho, es decir, agresiones físicas. Casi estaba convencido de que por las redes sociales vería todo tipo de ofensas, mentiras y calumnias.

A esto le agregaba (y para mi análisis era sustancial) que las elecciones internas suelen ser fraticidas y más intensas que cuando los aspirantes se enfrentan a los candidatos de otras organizaciones. El pleito entre conocidos imprime más pasiones que cuando la lucha es contra un extraño. Es como si en política entre la cercanía y la lejanía hubiese un paso.

Gracias a Dios, me equivoqué, a pesar de los reclamos de algunos no favorecidos, lo que no pasará del famoso “pataleo”, algo ya común en nuestra política tercermundista, donde aceptar las derrotas sin protestar es un acto extraordinario. Me sentí feliz al observar un escenario electoral tranquilo, sin serios contratiempos, con una apreciable y ordenada participación del electorado.

El pasado 6 de octubre, no pocos se encontraron por primera vez a una computadora. Y de seguro las anécdotas en ese sentido serán abundantes y graciosas. Una señora amiga en vez de colocar el dedo en la pantalla, le hablaba con cariño y en voz alta.

La realidad es que salimos airosos, reconociendo que todavía existen aspectos que debemos mejorar, como, por ejemplo, la acostumbrada “compra de cédulas” que merece ser sancionada, quizás iniciando por evitar que días antes de las votaciones se expidan gratuitamente. Conozco casos de algunos desalmados que lo hacían para vender su carné de identidad, donde en ocasiones hasta tenían dos, vendían uno y luego votaban como sea. Mientras no se aplique la ley para vendedores y compradores, este mal continuará.

De todas maneras, fue un positivo ejercicio para las elecciones del año 2020. Nos iremos acostumbrado a la modernidad. La Junta Central Electoral (JCE) cumplió su papel, reiterando que se deben mejorar varias cosas.

Un proceso electoral sin precedentes y transcurrido en paz, a pesar de algunas protestas, es un buen síntoma para nuestra democracia. Pero todavía el camino es largo y debemos seguir avanzando.

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