Hace días, el tema del grupo surgió luego de observar un reciente vídeo donde había tres hombres conversando. A uno de ellos, mientras manipulaba un arma de fuego, se le escapó un disparo hiriendo mortalmente al que estaba a su lado. Eso, como es natural, provocó discusiones, donde cada cual pretendía demostrar que era experto en esa materia.
El debate, por momentos, se tornó encendido, como si estuviéramos en guerra. Alguien evocando a Maquiavelo exclamó: “Todos los profetas armados han triunfado; todos los desarmados han perecido”. Le contesté que parece que olvidaba a Jesús y a Gandhi, que vencieron a gigantes y trascendieron en la historia invocando la paz y el amor. Pero no convencí: nadie me prestó atención. Y al final, como nos suele ocurrir, no hubo consenso y mucho menos conclusiones razonables.

Para muchos dominicanos tener un arma de fuego es sinónimo de prestigio social. Es preocupante, especialmente porque son pocos los que reúnen las condiciones para portarlas o tenerlas guardadas en su casa. Si alguien se saca la lotería o recibe unos chelitos por ahí, lo primero que compra es una pistola o un revólver, aunque no tenga luego qué comer o no pueda pagar la educación de sus hijos.

También una muestra de que se está en el poder es llevar un arma al cinto y exponerla como un trofeo. Un político desarmado está en malas, carece de fuerza. Otros prefieren que en su trabajo les asignen una a que les aumenten el salario. Es más, he visto casos de personas que se mudan de partido político a cambio de uno de estos aparatos.

Con ese “hierro” algunos se consideran “más hombres” y andan con el pecho erguido, dispuestos a enfrentar al que creen los miran mal. Con las armas de fuego se hacen transacciones, como si fuera dinero. Una vez hice un contrato de venta de una motocicleta y el vendedor recibió una pistola a cambio.

Esto se ha convertido más en necedad que en necesidad. Casi a diario una familia se enluta por el uso irresponsable de un arma. Además, tenerla no implica mayor seguridad personal. Según las estadísticas, el que posee una tiene más posibilidades de encontrarse en problemas, incluso morir, que alguien que no la use.

Por ello, debemos aplaudir las voces que reclaman mayor control de las armas en la población. Pero ese justo pedido sólo será exitoso si vamos cambiando de mentalidad, dejando a un lado esa pasión y orgullo por estar armados. Créanlo: estamos enfrentados a un asunto de vida o muerte. El caso del vídeo es un fiel ejemplo de ello. ¿Para qué llevar un arma en el alma?

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