70 años después de su nacimiento, proclamado por Mao Zedon, esa nación ha superado los paradigmas del desarrollo económico y social

La proclamación, el 1 de octubre del 1949, del nacimiento de la República Popular China, desde la plaza Tiananmen, por el presidente Mao Zedong, fue el resultado de la conjugación de una triple hazaña del pueblo chino, el Partido Comunista de China (PCCH) y las fuerzas revolucionarias, democráticas y progresistas del mundo: la victoria de la guerra de resistencia contra la invasión japonesa, la victoria de la guerra antifascista mundial y la victoria de la guerra popular de liberación que derrotó a la camarilla reaccionaria de Jiang Jieshi, y los planes intervencionistas de los imperialistas norteamericanos.

En los setenta (70) años transcurridos desde ese histórico acontecimiento, la gran nación China, dueña de una civilización milenaria, ha sido protagonista de logros, realizaciones y transformaciones que, al tiempo de haber cambiado su propia faz, ha impactado de manera determinante en los cambios epocales que se han producido en el mundo contemporáneo.

Los datos, cifras y estadísticas que registran y dan cuenta de la magnitud y la velocidad de esos cambios, puede decirse, que son la expresión más fiel de un dilatado proceso de revitalización y rejuvenecimiento (renovación e innovación permanentes) de una larga y ejemplar tradición de combinación certera de la práctica con la teoría, en beneficio de la construcción de un socialismo con peculiaridades chinas, que tiene como factores claves, la dirección centralizada y unificada del Partido Comunista y la orientación guía de un pensamiento político e ideológico propio, en el que se destaca los aportes y las contribuciones de Mao Zedong y Deng Xiaoping.

Durante las cuatro décadas (40 años) de ejecución del programa de Reforma y Apertura, la República Popular China ha logrado convertirse en el poder industrial número uno, el mayor exportador e importador de bienes del mundo; un poder financiero cada vez más imprescindible. Además, protagonista de una transformación cultural, como pocas en la historia de la humanidad, y ha realizado la proeza de sacar 700 millones de personas de la pobreza, lo que ha representado el 70% de la contribución a la reducción de la pobreza dentro de los objetivos de desarrollo del milenio, llevados a cabo por las Naciones Unidas (Yijie Wang, Universidad Renmin, 2018).

En palabras del presidente Xi Jinping, pronunciadas en el banquete de bienvenida, organizado por el gobierno local de Washington y grupos de amistad estadounidenses, el 22 de septiembre de 2015: “…En poco más de tres décadas, hemos colocado a China en el segundo lugar del mundo, con respecto al volumen total de su economía, hemos librado de la escasez material a un total de más de 1.300 millones de personas, hemos alcanzado en conjunto un nivel de vida modestamente acomodado y hemos logrado gozar de una dignidad y derechos sin precedentes. Esto no solo supone un cambio titánico en la vida de nuestro pueblo y un enorme paso adelante de la civilización humana; sino que también manifiesta la mayor contribución de China a la paz y el desarrollo del mundo”.

La emergencia de China, como una potencia mundial de primer orden en el marco de un aumento continuo de los desafíos globales, resultantes de la pervivencia del hegemonismo, la discriminación, los prejuicios, el odio y las guerras, representa una alentadora realidad que opera como eficaz contendiente y efectivo contrapeso a los planes y propósitos de las potencias imperiales, sustentadores del viejo orden internacional, en especial, los Estados Unidos de Norteamérica, y, a su vez, en un aliado y socio estratégico, confiable y preferencial de los pueblos, países y naciones, que aspiramos a un nuevo orden internacional justo y a una gobernanza planetaria multipolar que promueva activamente unas relaciones internacionales basadas en los propósitos y los principios consagrados en la Carta de las Naciones Unidas.

Para aquilatar en toda su dimensión estratégica global la iniciativa de la franja y de la ruta y el plan de cooperación CELAC- China, ambos dirigidos a forjar un destino común a la humanidad, debemos de asumir y compartir la posición y la actitud categórica enunciada por el presidente Xi Jinping, de que: “Todos los países independientemente de su tamaño, fuerza o riqueza son miembros iguales de la comunidad internacional y solo los pueblos de todas las naciones pueden decidir el destino del mundo”.

El antídoto secreto infalible del Partido Comunista de China como fuerza dirigente del pueblo y el gobierno de esa gran nación asiática, que le ha llevado a ser lo que es hoy, y a enfrentar con éxito las presiones, ataques, sabotajes y planes conspirativos de sus enemigos, tiene un solo nombre: Permanecer fieles a su misión fundacional, o lo que es igual, Ser fieles a la fe y a la fuerza del ideal y de las convicciones.

Ese espíritu da lugar a una voluntad y a unas energías capaces de elevar la autoestima y el orgullo; así como la movilización de más de mil millones de chinos residentes en el territorio continental y de más de cuarenta millones que viven y trabajan regados por el mundo, participando como actores, sujetos y testigos de una colosal revolución industrial, científico-tecnológica y cultural, que “ha superado ampliamente la imaginación de los clásicos marxistas”.

En su nueva gran marcha, el Partido, el gobierno y el pueblo chino tienen por delante la celebración de los “Dos Centenarios”, el de la fundación del Partido Comunista, en julio de 2021, y el de la proclamación de la República Popular China, el 1 de octubre de 2049; fechas conmemorativas que servirán de escenario para el despliegue de iniciativas, intercambios y proyectos en ámbitos tan diversos, como: el de la robótica, la inteligencia artificial, la conquista espacial, el cambio climático y las fuentes de energía renovables y no renovables, la educación, la salud y la diplomacia, cuyo impacto, de seguro, generará cambios trascendentales en la configuración geoeconómica y geopolítica a escala planetaria.

Todos esos son buenos motivos y mejores razones para celebrar el 70 aniversario de la proclamación de la República Popular China, acompañar y participar de las actividades organizadas, para la ocasión, por la Embajada de la República Popular China, en República Dominicana y el Ministerio de Relaciones Exteriores (MIREX-RD), al tiempo de felicitar a sus autoridades y personal, y desear, de todo corazón, que las relaciones bilaterales entre nuestras dos naciones, ubicadas geográficamente en Asia y el Caribe, sean cada vez más estrechas, provechosas y duraderas, para beneficio de nuestros pueblos y la causa de la paz y el desarrollo de la humanidad.

Como colofón de estas reflexiones sobre un aniversario de siete décadas, apelo al disco duro de mi memoria, para colocar frente a los ojos y el razonamiento de mis lectores, en estos tiempos convulsos e inciertos, una solemne advertencia, proferida el 19 de abril del 1955, por el querido y recordado Primer Ministro, Zhu Enlai, en la sesión plenaria de la Conferencia Afro-Asiática en Indonesia: “Solo con el recíproco respeto a la soberanía y la integridad territorial se puede garantizar la paz. Todo atentado contra la soberanía y el territorio de cualquier país y toda intervención en sus asuntos internos, por parte de otro, pondrá inevitablemente en peligro la paz. Si todos los países se comprometen a no agredirse el uno al otro, se podrán crear las condiciones para la coexistencia pacífica en sus relaciones. Si todos los países se comprometen a no intervenir en los asuntos internos de otros, los pueblos podrán elegir, según su propia naturaleza, el sistema político y el modo de vida que les convenga”.

Solo me resta decir: “¡Qué viva el 70 aniversario de la República Popular China!

¡Qué viva la amistad y la cooperación entre la RPCH y la RD!”

Posted in InternacionalesEtiquetas

Más de panorama

Más leídas de panorama

Las Más leídas