Si cruzamos Ética con el quehacer dialógico, debemos concluir que el mismo debe responder a las convenciones de los dialogantes, de no ser así, vano sería el método y vanos serían los fines a los que pretende responder una convención entre iguales mediante el raciocinio y el habla.

El quehacer de una Ética de mínimos, consiste en coger al Mundo Moral en sus especificidades y en dar, reflexivamente, razón de él con la intención de que los seres humanos crezcan en saber acerca de sí mismos y, por tanto, de su libertad. He de afirmar aquí que los fines de esa Ética es mejorar la convivencia humana, derribar las ideologías de culturas o etnias, que en ocasiones son superiores a otras y, sacar el prejuicio con las minorías.

Es urgente humanizar y sensibilizar la Aldea Global en que las comunicaciones han convertido a este mundo. No es hacer cumbres mundiales para unir vínculos entre naciones. Es hacer acuerdos en donde la materia prima, el insumo principal de esa llamada a la unidad, sea puesta en el centro: las personas, por su condición de seres humanos, que los hace dignos y factor principal de las normas en que se valora la vida como bien jurídico superior.

En la entrega anterior referí a David Hume porque él mismo da en la diana cuando nos da los aperos conceptuales para confirmar que: … por muy grande que sea la falta de sensibilidad de un individuo, con frecuencia tendrá este ser humano, que ser tocado por las imágenes de lo justo y de lo injusto; y por muy obstinados que sean sus prejuicios, tendrá, por fuerza, que observar que sus prójimos son también susceptibles de experimentar impresiones parecidas. Y con el prójimo, se tiene un Ética de Mínimos.

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