De unos ocho o nueve años, aún no sé a ciencia cierta cuál es su condición. Está en uno de los salones de Educación Especial, pero es extremadamente dulce y tierno, aunque a veces se torna rebelde y sus berrinches sacan de quicio a cualquiera.

Llevamos un año de conocernos y aunque solo nos vemos por pocos minutos algunos días de la semana, noto que mi llegada le dibuja una hermosa sonrisa y no puede esconder su felicidad.

Este año ya está en tercer grado y lo presume. Su saludo al reencontrarnos fue gritando a todo pulmón: ¡Ya soy grande! ¡Estoy en tercer grado!

Es muy inteligente y un genio con los equipos electrónicos, por lo que sus progresos no me sorprenden. Lo que sí me dejó sin palabras fue su actitud de esta semana.

Dereck no apartó la mirada de mi rostro. Se entristeció tan pronto cómo aparecí frente a él. De repente vi dos lágrimas rodar por sus mejillas. Me inquieté bastante, pero debía esperar el momento oportuno para tratar de saber qué le pasaba.

Tenía que abordarlo con sumo cuidado, de forma especial y con bastante tacto. Tan pronto me fue posible me le acerqué, trataba de saber qué le producía una tristeza tan profunda.

Varias veces y de diferentes formas, con palabras distintas, pregunté ¿qué te pasa? El silencio fue lo único que recibí como respuesta.

Así pasaron unos minutos hasta que, de repente, tocó mi rostro con sus pequeñas manos, una y otra vez. Me dio un fuerte abrazo, besó mis cabellos, volvió a deslizar sus manitos por mi cara, me miró fijamente a los ojos y entonces me dijo: No. ¿Qué te pasa a ti, no eres la misma, por qué estás tan triste?

Paralizada de asombro, le respondí que la noche anterior había recibido una noticia muy triste, pero que no se preocupara, que pronto todo iba a estar bien.

Me desconcertó. Aún no salgo de mi asombro, pero más que nada, me conmovió que me quisiera tanto. De la misma manera me recriminé por ser tan transparente, porque jamás he podido disfrazar mis estados de ánimo.

Esa experiencia me hizo pensar que quizás no es bueno dejar que algunas cosas lo ocupen todo, porque cuando eso, que hemos colocado en el centro de nuestras vidas anda mal, será inevitable que todo en nuestro entorno vaya mal también.

Posted in Edición Impresa, Mi Tiempo, Opiniones

Más de edicion-impresa

Más leídas de edicion-impresa

Las Más leídas