Este próximo domingo, la sociedad dominicana asiste a un gran encuentro de primarias nacionales, donde los dos partidos políticos que acumulan los mayores registros de votos electorales, definirán, bajo el arbitraje de la Junta Central Electoral, quien será el candidato a presentar para el próximo proceso comicial 2020.

Pero en vista de que durante décadas los políticos dominicanos se han quejado de la lentitud del proceso de conteo manual de los votos emitidos, se han quejado de que durante ese lento proceso se han introducido alteraciones numéricas que han perjudicado a unos para beneficiar a otros, y se han quejado de que eso ha vulnerado la voluntad popular, los dominicanos, de común acuerdo entre los partidos políticos y la Junta Central Electoral, aceptamos invertir más de 2,400 millones de pesos en un moderno equipamiento electrónico capaz de contabilizar, en pocas horas, sin intervención manual, la totalidad de votos emitidos, a los fines de dejar atrás los viejos fantasmas de una odiosa cultura ancestral donde quien pierde un proceso electoral siempre alega que le hicieron un “fraude colosal”.

Sin embargo, de repente, cuando todos los dominicanos creíamos que la altísima inversión económica hecha con fondos públicos era garantía de confianza y tranquilidad para los políticos y para la sociedad, nos encontramos con una contradictoria realidad, pues ahora resulta que desde una de las 4 aceras competidoras en las primarias del próximo domingo, se denuncia, con potente voz de alcance nacional, pero sin ninguna evidencia física ni documental, que el sistema electrónico adquirido podría ser alterado y truqueado, y que por tal razón se debe proceder al conteo manual del 100% de los votos emitidos, para ellos certificar y aceptar los resultados obtenidos; y la verdad es que nadie entiende las contradicciones de nuestros políticos que ayer exigían conteo electrónico, y hoy, de forma espectacular, exigen conteo manual.

Es como si de repente nuestros políticos planteasen que para reducir las posibilidades de incendios en nuestras cocinas dejemos de usar gas licuado de petróleo y volver a usar leña y carbón vegetal, o que para evitar electrocución por uso de la peligrosa corriente eléctrica alterna volviésemos a iluminarnos con velas de cera y lámparas “jumeadoras”, o que para reducir los accidentes de tránsito volvamos a andar a pies y en carretas, o que para evitar filtraciones de conversaciones vía teléfonos celulares volviésemos a comunicarnos vía cartas lacradas y telegramas encriptados, en fin, es un absurdo moral y un contrasentido total plantear volver al primitivismo medieval de un conteo manual que los mismos políticos dominicanos ayer se encargaron de desacreditar de forma brutal, y que para sustentar la poca credibilidad del conteo manual, durante décadas esos mismos políticos se convirtieron en insistentes predicadores del evangelio de la modernidad tecnológica como única opción para evitar el supuesto “fraude colosal” que se hacía en cada elección nacional, y por eso hoy no les luce contradecir su anterior prédica que también era absurda e irracional.

La coherencia debe ser una virtud constante en los líderes políticos y en los líderes de opinión que quieran ganarse el respeto de la población, pues no podemos pretender estar permanentemente cambiando la agenda de la administración electoral y la agenda nacional simplemente porque entendemos que todo el país debe cantar la canción que mejor se adapta a la agenda de nuestra aspiración, y no la canción que mejor se adapta a la agenda de la nación, sobre todo si hay una agenda metodológica preacordada entre los árbitros y los actores participantes en el proceso de primarias, y por ello la Junta Central Electoral debe demostrar que las reglas de juego no se pueden cambiar cada vez que los muestreos de simpatías indiquen cambios en tendencias electorales que podrían afectar intereses particulares, porque las reglas previamente aceptadas serán las reglas finalmente aplicadas, indistintamente de quién tenga posibilidades de ganar y quién tenga posibilidades de perder, porque quien quiera jugar tiene que saber ganar, pero tiene que saber perder, y aquí hay políticos que saben ganar, pero no saben perder, y ante la más mínima posibilidad de perder, se adelantan a desacreditar el proceso electoral.

En ninguna sociedad organizada ninguna obsesión política particular debe intentar desacreditar un avance tecnológico de interés nacional, y más aún cuando los contribuyentes han aceptado hacer una altísima inversión pública en equipamiento tecnológico para conteo electrónico inmediato que garantice confianza y seguridad a toda la sociedad, pues si usted aplaudió la adquisición de equipos para conteo electrónico, hoy no tiene sentido lógico rechazar el uso de esos equipos electrónicos argumentando que los podrían truquear para hacerle un “fraude colosal”, porque ese argumento ha sido descartado por la Junta Central Electoral y por los principales líderes de la oposición política nacional. Plantear ahora un conteo manual es un inaceptable y costoso retroceso electoral.

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