El próximo 6 de octubre nuestra patria tendrá una prueba de fuego: la celebración de primarias en nuestros dos principales partidos. Serán abiertas en el Partido de la Liberación Dominicana, PLD, y cerradas en el Partido Revolucionario Moderno, PRM.

Corresponderá a la Junta Central Electoral, JCE, velar para que todo sea transparente, en el sentido más amplio de la palabra. Será nuestra primera experiencia en ese sentido, con la salvedad de que se usará la tecnología como herramienta para ejercer el voto.

Tengo mis candidatos y trabajaré de corazón para que triunfen; pero, independientemente de ello, es mi esperanza que ese día nuestra democracia quede fortalecida, sobre todo la interna de nuestros partidos, donde los intereses de su dirigencia, al momento de elegir sus candidatos definitivos, tradicionalmente se imponen al anhelo de la población o de las bases de sus organizaciones.

Ojalá que el 6 de octubre, la JCE haya organizado unas elecciones como Dios manda y que a los jueces del organismo y a sus subalternos de todo el país se les reconozca que actuaron con absoluta imparcialidad y destacada eficiencia, precedente vital para que las elecciones nacionales del año 2020 inspiren confianza.

Ojalá que el 6 de octubre, los miembros y simpatizantes del PLD y del PRM hayan votado masivamente, con entusiasmo, asumiendo su responsabilidad de elegir libremente lo que consideraron mejores y de que antes del anochecer, a nivel presidencial provincial, municipal y en los distritos municipales, ya estén definidos quiénes fueron los agraciados, porque los datos se ofrecieron con rapidez y claridad. Ojalá que el 6 de octubre, no se diga que por motivos políticos hubo muertos, heridos o daños a la propiedad. Y que tampoco haya acusaciones y contraacusaciones, impugnaciones y reclamos infundados, promovidos por necios que pretenden ser héroes o mártires sin razón, o por quienes no pueden justificar un fracaso. Y que los perdedores acepten su derrota como algo natural en la batalla política y que los vencedores celebren con humildad.

Ojalá que el 6 de octubre, nuestros líderes políticos se vistan de madurez y sean ejemplo de sensatez, convirtiéndose en dignos guías de sus seguidores y en seres respetuosos de la voluntad popular, tomando siempre en cuenta que el bien común está por encima de todo. Por igual, confiamos en que nuestros medios de comunicación informarán en base a la realidad, sin manipulaciones o fanatismos, que serán entes de equilibrio y fieles promotores de la verdad en la población.

Ojalá que el 6 de octubre, la República Dominicana cante victoria y que nuestra democracia continúe desarrollándose, lo que, en definitiva, debe ser nuestra real y única aspiración. Ojalá así sea.

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