El alto costo de los servicios veterinarios impacta mucho los presupuestos de familias con mascotas. Mi gata Susie, una angora mezclada de 8 años, periódicamente padece trastornos gastrointestinales serios, provocados por acumulación en el tubo digestivo de excesivo pelo tragado durante sus incesantes acicalamientos (bolas de pelo). Algunas crisis, entre estudios, internamiento y medicación, me han significado el gasto equivalente a dos compras semanales de supermercado. La más reciente me halló sin mínima capacidad financiera para solventarla. Intensifiqué terapias caseras pero el animalito no mejoró. Digestivamente obstruida y estreñida, la gata dejó de comer y luego también de tomar agua. Redujo su ritmo normal de actividad hasta aislarse en un cuarto. Parecía retiro animal pre mortem a lo cual “me resigné”.

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