Momentos ordinarios pueden convertirse en extraordinarios, renovadores, aprendiendo nosotros a apreciar justamente el ahora. Frecuentemente lo vivimos pero no siempre lo advertimos. Por ejemplo, cuando nuestra fiesta más lucida, la más divertida e inolvidable, resultó ser aquella que nos significó menor organización ni rigurosidad. En ese contexto ya es acostumbrada la expresión “las cosas que mejor quedan son las no planificadas”. En sentido general, cada día tiene el potencial de traernos momentos gloriosos. Propiciamos condiciones hacia ello deponiendo la queja constante, el mucho enfocar cosas malas del país y en cambio, agradecer el hecho mismo de vivir. La existencia es un regalo, en altas y bajas. A veces lo que se precisa es la consciencia y actitud adecuadas para advertirlo.

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