Algo de moderación

La inmensa mayoría de ministros del gobierno y funcionarios de alto nivel de instituciones descentralizadas se han embarcado frenéticamente a la campaña del PLD

La inmensa mayoría de ministros del gobierno y funcionarios de alto nivel de instituciones descentralizadas se han embarcado frenéticamente a la campaña del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) con el propósito de propiciar el triunfo del precandidato aupado por el presidente de la República frente al expresidente Leonel Fernández.

Tantos funcionarios involucrados obliga a pensar que se trata del gobierno mismo, porque con excepción de algún que otro ministro hablamos de la plana mayor.

Esa realidad obliga a preguntarse si tal proceder se compadece con las graves responsabilidades que tienen en la conducción del Estado. Obliga también a pensar que la Administración puede estar bajo sospecha ante tan numerosa concurrencia que se origina en el afán de continuar bajo el control del poder.

Se sabe muy bien que los funcionarios están afiliados al partido de gobierno, pero lo que se pregunta es si resulta adecuado, pues ni siquiera se guarda la forma.

No se recuerda en el pasado que tantos jefes de despachos fuesen anunciados como comisionados de campaña. Al menos, se manejaban con algunos niveles de discrecionalidad.

Ya vimos que se convirtió en tema el hecho de que el presidente de la República tardara tanto tiempo en sustituir al ministro de Obras Públicas Gonzalo Castillo, que se convirtió en precandidato prácticamente desde la posición que ostentaba.

Razones tiene Participación Ciudadana cuando reclama que esos funcionarios renuncien o tomen una licencia, quizás lo más razonable, para que puedan ocuparse de sus asuntos políticos. Total, para el caso son apenas días de una campaña que termina el próximo día 6 de octubre.

La prudencia, ese modo de proceder tan recomendado en el decurso de la vida, debe recobrar su sentido en estos momentos, por el bien del sistema democrático, la imagen del presidente Medina y por el respeto a la institucionalidad.

La gente observa cuando la desproporcionalidad se desnuda, y la cobra. Ante tanto ímpetu, algo de moderación no haría mal.

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