En nuestro artículo de la pasada semana, advertimos al país de que fruto de una larga sequía regional “los volúmenes del agua disponible en los embalses de nuestras represas han vuelto a los niveles de la primera mitad de mayo pasado, con poco más de 420 millones de metros cúbicos como volumen útil, lo que quiere decir que, si no llueve, los acueductos del país, pero principalmente el acueducto del Gran Santo Domingo, el de mayor consumo de agua por tener el compromiso de abastecer a 3.5 millones de habitantes, han de confrontar serios problemas de abastecimiento de agua potable”, y añadimos que “si no llueve, en 40 días Santo Domingo se quedaría sin agua”.

Visto de manera simplista, nuestro planteamiento de la pasada semana podría aparentar un tremendismo hidrológico, sobre todo si desde el ángulo hidráulico se dice, con mucha tranquilidad y gran bondad, que el agua está garantizada, pero no debemos olvidar que al margen de la tranquilidad y la gran bondad, lo único que puede garantizar la disponibilidad de agua es que tengamos suficientes lluvias torrenciales durante varias semanas para que nuestras represas puedan volver a los niveles normales, y como el huracán Dorian pasó tan lejos de la República Dominicana que su campo nuboso descargó todas sus lluvias sobre el océano Atlántico, las esperanzas de tener muchas lluvias también se alejaron, y sólo nos resta esperar a que en lo que resta del mes de septiembre alguna tormenta tropical nos quiera visitar y ayudar, aunque sabiendo que en materia de lluvias de tormentas no hay nada que se pueda garantizar.

Al siguiente día, el director de la Corporación del Acueducto y Alcantarillado de Santo Domingo Arq. Alejandro Montás, actuando de manera muy correcta, pidió a la población del Gran Santo Domingo racionar el agua porque en ese momento el acueducto de la Capital tenía un déficit de 70 millones de galones de agua por día, y al mismo tiempo pidió limitar a 2 días el agua que se suple desde la represa de Las Barías al canal de riego Marcos A. Cabral, porque cuando hay escasas reservas de agua se prioriza el agua de los acueductos y se limita el agua de los sistemas de riego; pero, ya para este pasado fin de semana el propio Arq. Montás comunicaba a la prensa que el déficit de agua había subido a 100 millones de galones por día, lo que significa que en lugar de poder garantizar 420 millones de galones de agua diariamente, fruto de la disminución de los caudales en los sistemas de captación, principalmente los sistemas superficiales de Valdesia, Isa, Mana, Duey, Guananito, Haina, Manoguayabo, Isabela y barrera de salinidad Ozama en Yabacao, la CAASD sólo estaba garantizando 320 millones de galones de agua diariamente, lo que indica que entre el lunes y el viernes de la pasada semana la sequía agravó el déficit en el suministro de agua al Gran Santo Domingo, y por tal razón aumentan los sectores capitalinos que están sintiendo una sensible disminución en el suministro del vital líquido, y esa disminución es mucho más preocupante de lo que aparenta, salvo que la gente ayude a racionar su consumo de agua, o que llueva mucho, o que la agropecuaria colabore.

Pero, como todo el país sabe que la sequía todavía no ha concluido, la planificación estratégica del uso del agua escasa debe considerar el peor escenario posible, pues en las ciencias de la ingeniería todos aprendemos a considerar el peor escenario como el escenario de análisis y respuesta, de forma tal que si usted puede salir bien del peor escenario, entonces eso significa que en cualquier otro escenario más favorable el resultado también será mucho más favorable, lo que indica que tanto en nuestras alertas, como en las alertas de las máximas autoridades de la CAASD, estamos considerando el peor escenario posible, el cual sería la falta de lluvias y la disminución de los caudales en los sistemas de captación de aguas superficiales, para lo cual hay que acordar y aplicar una inmediata respuesta que funcione satisfactoriamente, y es ahí donde momentáneamente el sector hidráulico y el sector agropecuario deben dar todo el apoyo necesario para disminuir el consumo de agua en los sistemas de riego, más allá de la tranquilidad y más allá de la evidente bondad, pues la realidad es que en la actualidad nuestras represas están casi secas, y eso obliga al racionamiento del agua de uso agrícola, para priorizar la escasa agua almacenada en los embalses para el consumo humano a través de los acueductos, lo cual no amerita que entremos en discusión, sino, simplemente, que todos nos pongamos de acuerdo para la estricta aplicación de los principios que rigen la correcta administración del agua escasa.

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