Durante la crisis bancaria del 2004, tomamos la iniciativa de ayudar a enfrentarla y viajamos a la universidad de Harvard donde contactamos a los economistas Andrés Velasco y Ricardo Haussman, a quienes invitamos al país. Nuestra iniciativa de que estos economistas asesoraran a enfrentar la crisis terminó abruptamente. En primer lugar, el economista venezolano Ricardo Haussman era un crítico acérrimo de las políticas populistas Bolivarianas que han provocado la bancarrota de Venezuela. El gobierno dominicano consideró que no podía poner en riesgo la ayuda de Petrocaribe, en medio de una crisis económica. Andrés Velasco se alejó de la iniciativa, pues solicitó una licencia a Harvard para integrarse a la campaña de Michelle Bachelet, en cuyo gobierno fue Ministro de Hacienda, del 2006 al 2010. En el 2008, su brillante desempeño le mereció un reconocimiento del Banco Mundial y el FMI como mejor Ministro de Hacienda de Latinoamérica, en medio de la Gran Recesión. Las políticas de Velasco estuvieron basadas en la premisa que las economías capitalistas experimentan ciclos económicos, donde períodos de prosperidad, mas o menos prolongados, son seguidos por períodos de caída de la actividad económica, mas o menos pronunciadas. Y adicionalmente, en el supuesto que las economías pequeñas, como la chilena y dominicana, solo les queda adaptarse a los choques externos. Durante los años 2006 al 2008, el precio del cobre chileno rompió récords. El ministro Velasco resistió huelgas estudiantiles y presiones de sectores económicos para que se repartiera parte de ese pastel. Por el contrario, el gasto fiscal se fijó para garantizar el crecimiento sostenible de la economía, lo que se tradujo en un superávit corriente del 8,8% y 5,3% del PBD en el 2007 y 2008, respectivamente. El exceso de ingresos aumentó las reservas por un valor de US$ 42 mil millones, del 2004 al 2008. Durante la Gran Recesión, Chile fue el único país de Latinoamérica en capacidad para aplicar una política monetaria y fiscal expansiva, para contrarrestar los efectos de la crisis.

Debemos ejecutar entonces una política que mantenga el gasto fiscal en niveles sostenibles y aumentar el endeudamiento externo a una velocidad más lenta, para que baje su peso comparado a lo que producimos y a los ingresos fiscales. Se trata de la ley del promedio: si el crecimiento de la deuda se fija por debajo del promedio, éste último bajará. ¿Qué pasará cuando nuestra economía no pueda crecer a los niveles actuales, o, se contraiga? El porcentaje de la deuda a lo que producimos (PBD) aumentará, aunque no nos endeudemos. La magia habrá terminado. Los vendedores de bonos entonces propagarán nuestras dificultades, para ellos comprarlos con descuento, y luego presionar por un programa de ajuste del FMI para recuperar el mayor valor posible. El pueblo lo pagará con el estómago. ¿Pero, si conocemos este libreto, porque insistimos en aplicarlo?

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