Suena “Cambalache”, en voz de Julio Sosa, Carlos Gardel o Julio Iglesias: “Que el mundo fue y será//Una porquería, ya lo sé//En el quinientos seis//Y en el dos mil, también”.

Decir que una sociedad es conservadora o liberal es, quizás, un exceso. Sería más correcto decir que las élites de esas sociedades lo son. Más aún en colectividades como la nuestra, dónde no hay lucha ni postura ideológica y las “diferencias” se difuminan en colores y eslóganes.

Nuestras élites dirigentes han sido, desde el nacimiento de la república, esencialmente “conservadoras”. Y, en la actualidad, incluso en temas superados con creces en otros países, gastamos esfuerzos en una lucha fratricida con escaso componente ideológico y mucho de bulla y amenazas.

Hoy, la falta de discursos coherentes en la mayoría de los miembros de las élites políticas hace difícil su ubicación ideológica. Prevalecen las pugnas electorales, la falta de consenso político y el “gatopardismo” como medida para aquietar grupos de presión, mientras sigue la fiesta.

No hemos podido crear una “nación de ciudadanos”, sino de clientes-políticos, donde los derechos no se deben exigir y los deberes no es menester cumplirlos. Razones por las que, en esta deficitaria sociedad, lo importante es la cercanía con el amigo, líder, guía o caudillo. Lo demás no existe, o solo existe en la medida que sea necesario para el fin perseguido.

Para crear esa nación de ciudadanos, con la capacidad de “parársele en dos patas” al poder y exigir sus derechos y el cumplimiento de la Constitución y las leyes, debemos lograr acuerdos en puntos simples, pequeños e ir, poco a poco, ganando espacios. No puede ser de otra forma, no hay condiciones para que sea diferente. El “cambio” del que hablo no solo debe ser lento, sino obligatoriamente difícil.

Y repite la canción: “Vivimos revolcaos en un merengue//Y en el mismo lodo//Todos manoseaos”.

Al respecto, la mayoría de nuestros legisladores parecen no poseer convicciones ni principios ni compromisos sociales, por lo que el hemiciclo, como cuerpo, ha sido muy cuestionado. A estos se les ha olvidado que deben “legislar” para todos, sin importar creencias o parcelas políticas y que son, por lo menos “teóricamente”, el primer poder del Estado. Pero las elecciones están cerca y somos una “democracia-electoral”.

Como en Babel aquí hay una confusión, pero ideológica. No hay debate ni contradicciones, solo posturas, acuerdos de aposento, intereses y dinero. Parece que todos somos iguales, estamos en el mismo saco y buscamos lo mismo. Me recuerda inevitablemente “Cambalache”, el tango escrito por Enrique Santos Discépolos en 1935, que parece haber sido escrito ayer, para nuestra realidad ideológica.

Y se escucha, preferiblemente en la voz de Gardel: “Hoy resulta que es lo mismo// Ser derecho que traidor// Ignorante, sabio, chorro// Generoso o estafador// ¡Todo es igual! // ¡Nada es mejor! // Lo mismo un burro// Que un gran profesor”. Y termina: Es lo mismo el que labura//Noche y día como un buey//Que el que vive de los otros//Que el que mata, //que el que cura//O está fuera de la ley!”.

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