Probablemente en nuestra historia reciente nunca habíamos estado de frente a un panorama electoral tan lleno de sorpresas como el que hemos estado contemplando, que se ha ido modelando en el tiempo a golpes de hechos, decisiones y sentencias que han ido desmontando situaciones que se creían ciertas, como la modificación constitucional para permitir la re postulación del presidente, o reñidas con la ley como la lamentable resolución de la Junta Central Electoral sobre el arrastre que dividía en dos el país para mantener el nefasto arrastre en las provincias de mayor votación.

Aunque se sabía que las próximas elecciones enfrentarían a sus dos líderes principales por obtener la candidatura presidencial de dicho partido, lo que se desconocía era que el encono por el ríspido enfrentamiento por la modificación constitucional para permitir una nueva re postulación de Medina sería de tanta magnitud, lo que hace presumir que al verse forzado el presidente a utilizar su plan b, buscará hacer prosperar dicho plan con la irracionalidad a que puede llevar la perversa sed de venganza.

Esa disputa ha impedido que pudiera presentarse la posibilidad de una tercera vía o candidato elegido por consenso entre ambos que muchas veces se señaló podría ser la vicepresidente y esposa del expresidente Fernández o de que el presidente apoyara a un precandidato con luz propia. Y la lucha que no pudo darse entre los líderes de las dos facciones se dará entre el presidente del partido y el segundo yo del presidente, ante su imposibilidad de repostularse.

Nadie se engañe con que se tratará de seleccionar el precandidato mejor posicionado en las encuestas, o el que tenga mejores condiciones, el apoyo se dará al precandidato que asegure mayores niveles de confianza al presidente para constituirse en su alter ego, consciente como está del fracaso que han tenido otros colegas suyos impulsando personas de su entorno ante similares circunstancias, como es el caso de Álvaro Uribe con Juan Manuel Santos en Colombia y de Rafael Correa con Lenin Moreno en Ecuador.

También está consciente el presidente de los causales del divorcio entre esos expresidentes y sus delfines, que para Correa y Moreno fueron el caso ODEBRECHT por la persecución del entonces vicepresidente Jorge Glas, quien fuera retirado de sus funciones por Moreno lo que lo convirtió en traidor para Correa, y el referéndum efectuado por Moreno preguntando a los ecuatorianos entre otras cosas si estaban de acuerdo con eliminar la reelección indefinida, ganando el sí contra el no, que defendía Correa.

Por eso la lucha por la selección del candidato del partido oficial será tan descarnada, pues se trata no solo de preservar el poder para beneficio y protección de los miembros y simpatizantes de dicho partido, sino de mantener el control de la investigación del caso de corrupción revelada más grande de la historia del país manteniendo a Punta Catalina como intocable, y de garantizar que la reforma constitucional para rehabilitar al presidente para el 2024 pueda ser lograda. El delfín y su escudero jefe de campaña parecen tener los recursos a mano para intentar lograrlo y el interés común en alcanzarlo.

Quien no parece estar consciente de esto es el PRM, líder indiscutible de la oposición, pues ante un panorama tan cambiante, con hechos que han variado las fichas del tablero y encendido todas las señales de alerta ante un combate que se anticipa implacable y capaz de desangrar las finanzas públicas, se ha mantenido con las mismas cartas que presentó desde hace tiempo y que hasta ahora no han logrado sumar los niveles de entusiasmo requeridos para garantizar enfrentar con éxito este tsunami de recursos; a pesar de tener un as en la manga, que por egos, temores o por no saber medir bien la correlación de fuerzas, al parecer han preferido desperdiciar la oportunidad de sacar. La penosa conclusión es que en la política se busca más complacer los intereses individuales que satisfacer los colectivos y que lamentablemente somos los electores quienes debemos pagar las consecuencias.

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