La Justicia dominicana se torna cada vez más inoperante y sólo se crece cuando hay que aplicarle el peso de la Ley a los desprovistos del don de la riqueza o del poder político, ya sea por un delito simple o por desconocimiento de algún mandato legal, la cárcel les espera.

Sin embargo, no hay justicia, jueces ni fiscales probos cuando se debe actuar contra quienes desfalcan el Estado, se roban la tierra, vulneran los derechos de los demás o incurren en grandes actos de corrupción, abuso de poder, tráfico de influencia o lenidad judicial. Para estos no existe la fuerza, los valores éticos, los intereses de la nación, civismo ni patriotismo que impere.

Nos damos el lujo de vivir en un país con poderes muy dependientes, donde quien gobierna lo controla todo y, por tanto, para los de arriba son inaplicables las sanciones, los correctivos, los reglamentos y leyes que miden su accionar.

El caso de la fiscal de Villa Vásquez y los agentes que actuaron en el allanamiento esperemos lo mismo que en Odebrecht, los Súper Tucanos, Marlín Martínez y otros tantos, cuyos protagonistas siguen como reyes en sus palacios. La fiscal ya intentó espantar la mula.

El amigo y bien intencionado Henry Molina, en su nuevo rol de Presidente de la Suprema Corte de Justicia, llama a la cordura a la judicatura, pero él sabe muy bien que la mayoría de los jueces y fiscales son políticos amparados por las autoridades de turno.
El extranjero, el invasor, el corrupto, el dueño de dinero espurio y los personeros políticos tienen camino abierto y bien pavimentado para hacer y deshacer en el país, pero los dominicanos sanos, honestos y con algo de sentimiento patrio, siguen en el camino malo que está cerrado.

Pero como la expresión pueblo desapareció del corazón de los dominicanos a causa del clientelismo, la esperanza se pone distante y quienes no están montados en el tren de dominio, no podrán alcanzarla. ¡Es una pena!

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