Muchas veces la vida nos lleva por senderos que no hemos elegido. Unas veces nos vemos obligados, otras veces nos llevan engañados por las circunstancias.

Es bien sabido que la mayoría del tiempo, la vida nos lleva a su antojo, que más de una vez nos sentimos agotados, sin ilusiones, sin voluntad, que nada nos llena, que todo cuanto hacemos lo hacemos porque tenemos que… y no porque queremos, así es como nos resignamos a ser llevados y traídos. Movidos por los hilos del destino, al ritmo antojadizo de la vida.

Son muchos los que sienten que han dejado escapar el tiempo más precioso, sus mejores momentos, que se lamentan por haber dejado escapar las mejores oportunidades, aquellas que por buenas, solo llegan a nuestra puerta una sola vez.

Algunas personas, sobre todo, aquellas que están concientes de ser las responsables de haber perdido lo mejor que tenían, no dejan de lamentarse y arrepentirse de su debilidad, de no haber defendido lo que habían logrado y todo aquello que estaban muy cerca de alcanzar.

Es muy triste saber que algunos permiten que sean otros los que decidan por él, que otros les impongan cosas, que otros sean quienes determinen lo que les es más conveniente, sin importarles sus sentimientos, sus planes y proyectos.

Lo bueno es que nunca es tarde para resurgir renovados, fuertes, vigorosos y aunque reclamar y luchar por recuperar nuestras vidas y vivirla conforme a nuestro propósito se traduzca en un alto precio, es imprescindible estar dispuestos a pagarlo. Nunca es tarde para luchar por nosotros, no importa que en un tiempo de debilidad, de soledad, de no recibir el apoyo deseado, de no haber escuchado aquella palabra esperada, que sin dudas lo habría cambiado todo, nos sentimos solos y dejamos que otros dirigieran nuestros pasos.

Aunque sintamos que todo está en nuestra contra, que lo hemos perdido todo, que lo que fue no será más, que es muy fuerte la corriente que parece arrastrarnos al fracaso total, siempre podremos nadar contra ella y regresar a ese punto de partida para tomar si no el rumbo correcto, al menos el que sí deseamos, pues solo así recorreremos el camino con entusiasmo y optimismo.

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