¿Estamos mejor en materia de medio ambiente? ¿En seguridad ciudadana? ¿En calidad de la educación? ¿Calidad de la salud? ¿Del gasto público? ¿En independencia de los poderes públicos? ¿Violencia doméstica? ¿Equidad social? ¿En aplicación y funcionamiento de la ley? Son las preguntas que también debemos hacernos a la hora de evaluar obras de gobierno; al hacer balance de periodos presidenciales consideramos en forma profusa el aspecto de las realizaciones materiales: construcción de escuelas, hospitales, obras de infraestructura, etc. No se trata de que eso no sea de máxima relevancia, el avance material es imprescindible, paga la enorme deuda social. Pero el buen gobierno es combinación de tangibles e intangibles, y resulta ser que estos últimos son los que realmente definen desarrollo democrático.

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