La Academia Dominicana de la Historia fue creada el 23 de julio de 1931, con el objetivo primordial de conocer y estudiar el pasado en general, y principalmente el de la República Dominicana. Otro de los objetivos de esta noble institución ha sido el de velar por las antigüedades patrias, divulgar el conocimiento sobre la historia de nuestra nación y celebrar y conmemorar eventos históricos del país para cuidar de su memoria. Durante sus casi noventa años de existencia ha desarrollado una labor inobjetable, en ocasiones con altibajos, pero con un presente intenso y lleno de novedades llamativas y con unos últimos tres años realmente fulgurantes y transformadores.

Durante su amplia y dilatada trayectoria, y tal vez por las características de nuestra sociedad caribeña en exceso machista, sus actividades siempre estuvieron dirigidas por hombres, como si por una suerte del azar la musa Clío hubiese transformado su sexo. Sin poner en tela de juicio el buen hacer de los anteriores presidentes, queremos destacar la labor de quien en la historia de República Dominicana ha sido la primera mujer presidenta de la Academia, que con el apoyo de la junta directiva y con una labor apasionada, de una gran inteligencia social y de una capacidad de gestión envidiable, dio una nueva y moderna transformación a la academia de historia, introduciéndola, como era necesario, en el umbral de este joven siglo de transformaciones tecnológicas y cambios sin precedentes.

Por supuesto, además de ser una historiadora destacada, es una gran mujer, un ejemplo para todas las dominicanas que ahora luchan por un mayor reconocimiento y equidad en la sociedad contemporánea. Su nombre, Mu-Kien Adriana Sang Ben, doctora en Historia con una amplia obra escrita, quien por años exploró los cimientos políticos de construcción del estado nación dominicano a lo largo del siglo XIX. En los últimos años, con su visión de futuro y siguiendo los criterios de su alma mater la PUCMM, saltó de sus reflexiones históricas nacionales a las internacionales, centrando su esfuerzo en estudiar y conocer la región en la que estamos insertos, el Caribe. Para ello, al tiempo que rige los destinos de la academia de Historia, en su universidad ha consolidado la investigación histórica en el centro de estudios caribeños, creando un equipo de investigadores altamente cualificados y unos programas de posgrado, doctorado en Historia del Caribe y maestría en estudios caribeños, que han volcado sus esfuerzos de producción científica en la historia y la cultura de la región Caribe, con dos resultados inmediatos. De un lado, la internacionalización de las actividades del centro y de otro, una fractura en la historiografía tradicional que había quedado encerrada en la isla como si el mundo que nos rodea no formara parte de nuestra realidad.

Al frente de la academia, su intensa labor se ha visto reflejada en diversos resultados, nosotros resaltamos como observadores externos a la institución y profesionales de la historia, lo que en nuestro modesto criterio, fue lo más destacado de su notable legado. Empezaremos por decir, como mencionamos al principio, que Mu-Kien devolvió a Clío su género y de las sesenta y siete conferencias organizadas, en los tres años de su gestión, diecisiete fueron de mujeres; así, que en su periodo la academia abrió la puerta a la mujer, algo por cierto muy necesario, oxigenante y bienvenido. En segundo lugar, subrayamos la amplia labor editorial llevada a cabo, con el resultado de doce libros publicados y tres tomos de la Historia General del Pueblo Dominicano, además de los cinco números correspondientes de la revista de Historia Clío.

Cabe destacar, en este último aspecto, el cambio del entorno tecnológico de la Academia y la actualización de una moderna página Web, que permite ahora tener en acceso abierto y en red de todos los números de la revista Clío y una parte importante del acervo bibliográfico de su colección de libros, una labor divulgativa de primer orden y de un alcance incalculable para la sociedad, y que sin duda, pone a la Academia de Historia Dominicana al nivel de las instituciones históricas más avanzadas de nuestro continente americano, todo ello impulsado, a través de hábiles gestiones que atrajeron el apoyo de la empresa privada.
Hubo también, por así decirlo, un necesario proceso de apertura internacional con la invitación de un nutrido grupo de investigadores de otros países, quienes hicieron reflexiones y conferencias. Ejemplo de ello, la historiadora española Consuelo Naranjo, fue reconocida como miembro correspondiente extranjero de la Academia de Historia Dominicana. Debemos resaltar en la gestión de Mu-Kien, una bonita labor de promoción de la historia local y de motivación de sus historiadores, con la organización de siete seminarios de Historia local en Azua, Puerto Plata, La Vega, Moca, Barahona, Santiago y San Pedro Macorís.
No podemos dejar de mencionar lo más valioso de toda esta tarea, la apertura de la académica al público en general, a personas de todos los niveles sociales que quisieron aprender con cursos de formación y talleres para no historiadores y que tuvieron una amplia acogida y un notable éxito. Esta iniciativa ayudó, con el ejemplo, a hacer de la historia algo más amable y sencillo, olvidando esas prácticas de los viejos historiadores que ocultaban sus descubrimientos para que nadie pudiera invadir su erudición, haciendo de nuestra ciencia algo oscuro y aburrido.

Por último, para acabar esta breve reseña de su labor, debemos resaltar como un logro notable de su impecable gestión, la ampliación y mejora de las infraestructuras, con el remozamiento de la casa colonial que alberga la Academia, un sueño que desde hace años otros miembros destacados de la misma no pudieron, a pesar de sus esfuerzos, obtener el apoyo gubernamental para la reparación y entrega en usufructo de la capilla de la Soledad, para la realización de eventos y actividades de todo tipo.

Gracias, Mu- Kien. Nos enseñaste que la mujer también es hacedora de historias.

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