“Saber que se sabe lo que se sabe y que no se sabe lo que no se sabe;
he aquí el verdadero saber.”
Confucio

¿Qué es lo radical en la educación? Cualquier cambio ¿es revolucionario? El mayor financiamiento ¿produce cambios? Estas preguntas las hacemos para eliminar el mito de que cualquier cambio es revolucionario, aunque sea nimio, pero que se presenta como el modelo a seguir. Ya nos damos cuenta que reducir la tanda escolar para aprovechar las instalaciones físicas no ha sido una idea feliz luego de 50 años de implementada.

¿Qué debemos entender por una revolución radical? Una que se base en las individualidades de los alumnos; no en las masificaciones; una basada en la comprensión y la creatividad, no en el autoritarismo. En suma, una educación que produzca cambios radicales en la sociedad y en cada uno de los individuos que pasan por ese proceso.

Por ejemplo: Finlandia y Singapur han roto con el supervalorado currículo. La primera eliminó las asignaturas para proyectar una “pedagogía basada en problemas”. Por otra parte, la segunda ha puesto el énfasis en una educación en las “destrezas técnicas”, es decir, desde preprimaria se les enseña a programar y a los 6 años, al fin del ciclo preescolar, ya manejan los conceptos de la robótica.

Ambos enfoques podrán ser señalados como inhumanos o, hasta, antihumanos. Pero, ¿la evolución societal humana no evoluciona hacia un predominio de la técnica? Entonces, comprendamos el sentido de lo radical.

Aquí viene lo mejor. ¿No pueden la educación del arte o de literatura presentarse como proyectos vitales? ¿Cómo sería la educación médica, actualmente basada en la interacción con los pacientes, en ambiente de discusión de casos médicos reales o ficticios? Y no hablemos de la ingeniería y las ciencias. En fin, aprender como los humanos, haciendo y dialogando…

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