República Dominicana está en estos momentos como una especie filete en el horno, esperado por muchos comensales para devorarlo y sacar los beneficios posibles de sus riquezas, de sus bondades y de sus descuidos naturales, fruto de la calidad de anfitrión sin filtros, de los seres humanos y de las empresas.
Sin embargo, a veces perdemos el tiempo en conjeturas sin sentido y dejamos de lado los verdaderos motivos de tantos incidentes, denuncias y la visceral campaña contra el turismo criollo, que llevan a cabo otras naciones y muchos dominicanos insensatos que, por un beneficio pecuniario, venden hasta sus madres.
Me parece que hechos como el intento de asesinato del ex Grandes Ligas David Ortiz, sin que las autoridades ofrecieran resultados creíbles, la fortaleza de las denuncias por la muerte, sea cual sea la causa, de turistas en el Este y otras regiones, la incursión vertiginosa de los chinos en esta actividad y en otras áreas, debe despertar nuestra atención y, no lo hacemos.
Parece que al país le está interesando poco los vínculos comerciales y los beneficios que por vía del turismo y otras áreas recibe de Estados Unidos, Europa y otras naciones y, esa es una señal de que podríamos estar preparando el escenario para cambios tortuosos y un giro radical de nuestro accionar político y de los valores de la democracia.
Nada es casual y son muchas las variables en distintos escenarios y que podrían estar dirigidas a converger en el punto y el momento justo y planeado para dar al traste con nuestras tradiciones y costumbres. Y hasta con la propia nacionalidad.
Quisiera estar errado en esta percepción, pero presiento que algo oscuro se cuece en la cocina política y que al final de la jornada el país saldrá altamente perjudicado, sin capacidad de reaccionar ante las imposiciones que pudieran venir.
Lo grave es, que el primer paso es destruir la imagen del país y poner su reputación en el peor de los grados. ¡Abramos los ojos!
