El sobrino de Manny Acta llegó a instalar antenas bajo temperaturas peligrosas. Hoy trabaja con los Filis de Filadelfia

El ADN del béisbol difícilmente puede perderse como aguja en un pajar, más cuando el talento lo hace brillar en medio de cualquier adversidad.

Sacrificios, lesiones, frustraciones y contratiempos, todo eso estaba en una maleta incluida para José Manuel Guerrero Acta, que luego de haber firmado como pelotero profesional atravesó ocho años en ligas menores, fue dejado libre, y a pesar de todo, cumplió su sueño de llegar a Grandes Ligas ahora como coach con los Filis de Filadelfia.

Todo cambió con una llamada el 22 de noviembre de 2017, y desde ese momento, quiere construir su propio camino hasta convertirse en dirigente en las Mayores, como su tío, Manny Acta.

“No me lo creía, lo que quería era gritar en esa habitación, esa noche. Siete personas me entrevistaron antes de esa noche. Fue una experiencia maravillosa. Después que ese proceso terminó, me llamaron. Mis sueños se hicieron realidad no como jugador pero ahora como entrenador”, expresó José a elCaribe.

“Cuando mi primera niña nació, sentí muchas emociones, quería reír, quería llorar. Sentí mil emociones en un segundo así que ese mismo sentimiento cuando mi hija nació, eso lo sentí en ese instante cuando me dijeron bienvenido a las Grandes Ligas”, indicó el ex pelotero, quien fue “utility” en las menores de los Dodgers, bateando .236 en 411 juegos desde que fue firmado en el 2006.

Su historia empieza similar a la de su tío. Manny Acta nunca llegó a Las Mayores como jugador. Él tampoco. Manny Acta se convirtió en instructor de bateo con los Expos de Montreal en 2002, 16 años más tarde su sobrino fue nombrado asistente de bateo de los Filis y a sus 28 años fue el coach más joven en las GL.

Desde luego, Guerrero ya comienza a tejer su propia historia al lado del dirigente Gabe Kapler, quien trabajó como director de ligas menores, cuando él militaba con los Dodgers de los Ángeles.

“Tenía dos años que estaba desligado del béisbol, trabajando como escalador de torres de antenas. Hasta que Kapler, me llamó para una entrevista el nueve de enero de 2016. Quería saber si estaba interesado en una posición de coach con ellos. Mi nombre había surgido varias veces. Le dije que sí. Entonces, conseguí una posición de entrenador de bateo”, expresó José, quien inició su carrera como entrenador en uno de los equipos afiliados de los Dodgers, a nivel de novato, los Ogden Raptors en Ogden, Utah.

La ilusión volvió a recorrer el cuerpo de Guerrero, quien ya llevaba dos años escalando torres, de 250 y 300 pies de altura, instalando antenas en el área de servicios de teléfonos.

“Cuando en mi último año que no me fue bien, decidí irme antes de que llegara la carta. Sí, tenía la corazonada de que me preguntarían si quería pasar a ser coach a principios del entrenamiento, solo que la pregunta no llegó en el momento que la estaba esperando. Me impactó porque yo no estaba esperando una llamada. Me llamaron de Arizona el año anterior para una entrevista, llegué lejos pero no conseguí el trabajo. Pensé que era mi oportunidad para conseguir un trabajo en béisbol y no sucedió”, agregó.

Trabajo pesado

A Guerrero nunca le pasó por su cabeza abandonar el béisbol, pero el nacimiento de su hija y la responsabilidad de tener una familia más las incesantes lesiones, le hicieron tomar ciertas decisiones.

“Lo más difícil en mi vida fue el trabajo de escalador, porque estaba en temperaturas bajo 10 y tenía que en la noche cambiar las antenas, tumbar la señal en la noche, comienzas a las 12 de la madrugada y estas supuesto a terminar a las seis de la mañana”, manifestó Guerrero, quien ganaba de salario 15 dólares la hora y ahora sobrepasa más de 80 mil dólares al año.

“Lo más difícil no era la altura, es que las torres están en medio de la nada, donde no hay nada que pare el viento. Hubo días que me subía a la torre y pensé que me iba a morir. No importa que llegué la nieve, había que hacer el trabajo”, sostuvo Guerrero, de 30 años.

Durante este trayecto, sus mejores aliados fueron su familia, y su esposa Paola Guerrero, a quien agradece bastante.

“Gracias a Dios, he sido bendecido. Mi familia, siempre ha estado ahí, Paola Guerrero, mi esposa. No tengo palabras para agradecerle todo lo que ha hecho. Todo lo que se ha sacrificado.
Cuando me contrataron, lo primero que hice fue agradecerle a Dios y luego, llamarla y decirle, tu esposo es un coach en Grandes Ligas”, dijo con emoción.

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