Llegar a cierto tope que no alcanzaría ni estudiando, me tomó 20 años de obediencia. La decisión de sostenerme creyendo, determinó que finalmente Dios me develara su plan con especificaciones. Reconocí que darle la razón es la vía más corta al éxito. Cuan insondables son sus caminos, estrechos, solitarios, desconcertantes, pero siempre acertados. No están marcados en renombrados mapas ni se hacen siguiendo rastros humanos, son rutas de fe a la medida, registradas en los cuadrantes de su propósito, visibles entre las latitudes de la convicción y protegidos por la sangre de quién compró los derechos de viabilidad. Quienes caminan distancias miden el tiempo, quienes andan sobre las aguas calculan riesgos, pero quienes van hacia propósitos miden las recompensas. El éxito siempre está a la distancia de una sabia decisión.

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