L os dominicanos, como todo el mundo cristiano, iniciamos ayer Domingo de Ramos, la celebración de la Semana Santa. Culmina la Cuaresma, conmemoración de los 40 días que Jesus de Nazareth pasó aislado en el desierto de Judea, que inicia el Miércoles de Ceniza y termina justo antes de la Misa de la Cena del Señor, el Jueves Santo. Los menos, con más sentido católico, dieron inicio a la Semana Mayor, el viernes pasado, Viernes de Dolores, que rememora los sufrimientos de la Madre de Cristo durante la Semana Santa, celebración suprimida en el Concilio Vaticano II.

La gran mayoría, lamentablemente, solo alcanza a ver el sentido de festividad y asueto de los días no laborables, dando inicio a un desenfreno vacacional, como si el mundo fuera a acabarse y hubiera que aprovechar “los últimos días”. Los grandes esfuerzos de unos pocos, no alcanzan para revertir el rápido alejamiento de lo que fue en el pasado la Pascua de Resurrección, para los dominicanos. Penosas son las estadísticas negativas, en los días de Semana Santa, con el EXCESO como símbolo.

Muchos voluntarios sacrifican sus días de asueto, con envidiable sentido altruista, para atenuar las consecuencias de los desaprensivos estacionales. El descreimiento se apodera de la humanidad, las conductas desviadas de los supuestos “conductores” de almas y la tecnología que genera “dioses” que cautivan a las juventudes, suplantando el fervor religioso y el amor al prójimo, por aspectos estrictamente materiales.

En el 325 DC, en el Concilio de Nicea se definen los elementos de la celebración y en el 525 DC, cuando se precisa su fecha: “La Pascua de Resurrección es el domingo inmediatamente posterior a la primera Luna llena tras el equinoccio de marzo y se debe calcular empleando la Luna llena astronómica. Por ello puede ocurrir no antes del 22 de marzo y el 25 de abril como muy tarde”. Ayer, Domingo de Ramos, se conmemoró la entrada triunfal de Jesus a Jerusalén, montado en un burrito que “le quedaba chiquito” en señal de humildad y definiendo que era un Rey distinto al que esperaban los judíos, según las Escrituras.

El lunes: unción de Jesus en la casa de Lázaro y expulsión de los mercaderes del Templo. El martes Jesus anticipa la traición de Judas y las negaciones de Pedro. El Miércoles, Judas Iscariote conspira con el Sanedrín (Consejo Nacional y religioso de los judíos, en esa época) por 30 monedas de plata. El Jueves: lavatorio de los pies, en signo de profunda humildad; la Ultima Cena, Eucaristía de Jesus en el Huerto de Getsemaní y su posterior arresto. Viernes: Prisión de Jesús. Los interrogatorios de Caifás y Pilato. La flagelación. La coronación de espinas.

Vía Crucis. Crucifixión y Sepultura. Sábado de Gloria y Vigilia Pascual. El octavo día, Domingo de resurrección o Domingo de Pascua, Pascua Florida. En mi época, había “sábado de Gloria” y a las 10 am, quemaban el Judas, con auspicios de la Lotería Nacional. l

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